Gravar la vivienda
LOS ALTOS cargos de Hacienda han lanzado estos días un globo sonda advirtiendo sobre la posible supresión o modificación de la actual deducción fiscal por intereses satisfechos en la compra de primera vivienda. Como se trata de un asunto muy sensible para muchos ciudadanos de este país, conviene que no calle quien no desee otorgar su asentimiento de principio a esta idea.Tal como ha sido formulada, Hacienda parece descartar, al menos, la retroactividad de la medida. Tan sólo parece descartarla, y eso es ya un fallo criticable, pues es deber de toda Administración garantizar la seguridad Jurídica de todos los ciudadanos y no enturbiar innecesariamente las expectativas a medio plazo de los agentes económicos, en este caso de los ciudadanos compradores de pisos. Alrededor de dos millones de españoles que están literalmente empeñados en la esforzada tarea de comprar una vivienda mediante un crédito hipotecario no deben ver puestos en tela de juicio de la noche a la mañana los planes que se trazaron cuando decidieron hacerse con un piso.
El cambio de la desgravación favorecería los objetivos recaudatorios de Hacienda al comportar un fuerte ahorro de gastos fiscales, ya que los intereses se deducen actualmente de la base imponible y no de la cuota, como ocurre con la devolución del principal del préstamo. Y es sabido que la deducción sobre la base imponible reduce automáticamente el tipo impositivo a aplicar, lo que equivale a pagar menos.
¿Comportaría algo más? Permitiría orientar el esfuerzo de la desgravación hacia los alquileres de viviendas, pero no es seguro que eso se lograse: el mercado de alquiler, a medias envilecido y a medias disparatado, apenas compite hoy con el de compra, pues el alquiler nuevo resulta ya tan costoso como la compra, con lo que muchos se han visto forzados a la adquisición por falta de una alternativa atractiva de arrendamiento. Ni tampoco es seguro que ello favoreciese automáticamente a los sectores de menos ingresos, o al menos no será así si es certera la línea argumental de los responsables fiscales. Sostiene el actual equipo de Hacienda que la desgravación a la adquisición de la vivienda ha favorecido más a los con connstructores-promotores y a los bancos que a los compradores. ¿No podría ocurrir algo parecido en las desgravaciones a la vivienda en alquiler, de la que salieran más beneficiados determinados sectores rentistas que las jóvenes parejas que disponen de recursos escasos, sobre todo dada la poca oferta de viviendas de alquiler?
Otra justificación para este sondeo es que conviene orientar el ahorro familiar más hacia activos financieros que hacia la vivienda, pretensión que no es fácil de cumplimentar, puesto que lo primero (el hogar) es anterior a lo segundo; la encomiable idea de fomentar fiscalmente el ahorro habrá que precisarla con más detalle, pues ya hace unos años se descartaron las desgravaciones a determinadas inversiones en Bolsa.
El acceso a la vivienda es hoy muy difícil para muchos ciudadanos españoles, especialmente para los más jóvenes. Eliminar una desgravación como ésta por los solos efectos recaudatorios o por una excesiva voluntad de introducir de rondón nuevos factores redistributivos en la imposición sobre la renta no parece un propósito demasiado bien fundamentado.
El asunto de la vivienda es demasiado importante -y mas si se quiere enfocarlo desde una perspectiva también social- como para abordarlo lateralmente, sin una política general que examine, conjuntamente, asuntos como la oferta de suelo, las subvenciones a la vivienda protegida, los aspectos fiscales, la política crediticia y los tipos de interés y el análisis de la coyuntura de los sectores económicos implicados. En resumen, resulta satisfactorio que se sondee a la población sobre asuntos de este calado, siempre que no se induzca a la confusión entre lo que es un globo sonda y lo que pueda resultar un petardo alarmista.
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