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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La reunión del G-7

LA REUNIÓN de los siete grandes países industrializados (G-7) en París se ha desarrollado en un clima diferente de las anteriores. Se ha desvanecido, al menos parcialmente, el deseo de coordinar las políticas económicas de Estados Unidos, Japón y la Comunidad Europea. Por otra parte, la posición relativa de los diferentes países se ha modificado sustancialmente: en esta ocasión es Japón el que ha comparecido en situación de debilidad por la caída del yen y de la bolsa en las últimas semanas.Curiosamente, los problemas actuales de las autoridades japonesas se deben en parte a los compromisos adquiridos en la reunión del Louvre hace unos años: se pensaba entonces que la mejor manera de reducir el fuerte excedente comercial de Japón consistía en relanzar una demanda interna crónicamente deprimida por la fuerte propensión de los japoneses al ahorro. Para conseguir este objetivo las autoridades redujeron los tipos de interés y practicaron una política económica expansiva que provocó, entre otras cosas, un alza en las cotizaciones bursátiles que todos los observadores han calificado de excesiva. A su vez, el aumento de las cotizaciones permitió a las empresas obtener un capital abundante y a bajo coste que sirvió para financiar en condiciones muy ventajosas el proceso inversor. Más tarde, cuando las decisiones anteriores terminaron por reavivar las tensiones inflacionistas, las autoridades dudaron a la hora de modificar sustancialmente al alza el precio del dinero. En la discusión pesaron fuertemente los deseos norteamericanos de que los tipos de interés se mantuvieran sin cambio por miedo a un posible contagio en sus propios mercados y a la consiguiente amenaza de recesión. La discusión interna produjo una situación de incertidumbre que se reflejó en la pérdida de confianza en el yen y en una fuerte caída de las cotizaciones de la Bolsa de Tokio.

A todo ello ha venido a añadirse la situación creada por las perspectivas de la reunificación alemana, que acapara de manera casi exclusiva la atención de los responsables económicos de Alemania Occidental. Nadie duda de que el proceso de reunificación será costoso y que añadirá tensiones suplementarias a las que ya existen sobre los precios. Con estas perspectivas, la tentación consiste en que cada cual se ocupe de lo suyo: Estados Unidos y Japón, de sus relaciones bilaterales, y la CE, de las repercusiones económicas de la unidad alemana. Mientras tanto, lo que se ha perdido ha sido el impulso inicial de constituir el germen de un sistema de coordinación de las políticas económicas de los países industrializados. Es más, lo sucedido en Japón, que recuerda bastante lo acontecido a finales de la década de los años setenta con la teoría de la locomotora alemana, ha enfriado notablemente el entusiasmo de los partidarios de la coordinación ante los argumentos de quienes piensan que los dos grandes intentos que se han llevado a cabo en los últimos años han producido más inconvenientes que ventajas.

En su declaración final, el Grupo de los Siete ha mostrado su relativa satisfacción por la marcha de la economía mundial y ha expresado su inquietud por la caída del yen y sus efectos indeseables sobre el proceso global de ajuste. La depreciación del yen va a terminar produciendo, si no se toman otras medidas, un nuevo aumento del excedente comercial de Japón, lo que sin duda no facilitará las cosas. No hay que olvidar que tras la depreciación del dólar los intercambios entre Estados Unidos y Europa están actualmente en equilibrio y que el problema concierne esencialmente a Japón, ya que el déficit comercial norteamericano con este país es del orden de 50.000 millones de dólares.

Desde esta perspectiva, la firma del acuerdo entre Estados Unidos y Japón para que éste abra con mayor presteza sus fronteras a los productos norteamericanos es un elemento positivo que facilitará la reducción de los desequilibrios actuales. Y aunque la declaración final no compromete a mucho, el simple hecho de que la reunión de los siete grandes países industrializados siga celebrándose periódicamente es un hecho positivo, pues testimonia la existencia de una red de información y consulta que puede ser muy útil en caso de crisis, como ya se demostró en el momento de la caída de la Bolsa de Nueva York en 1987. De momento, es todo lo que se puede esperar.

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