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UNA NUEVA EUROPA

El principio del fin

Hungría fue pionero en la lucha contra las dictaduras comunistas en la Europa del Este

ENVIADO ESPECIALHungría es un país que mucho antes que otros intentó desembarazarse de la dictadura comunista que llevaba a la nación a la ruina. Su resistencia al estalinismo no fue mayor que el de otros Estados del este de Europa, pero su levantamiento contra la dictadura y la imposición exterior, en octubre de 1956, conmovió al mundo y marcó un profundo cisma en el comunismo internacional.

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El fracaso del sistema, la insatisfacción del pueblo en Hungría, se dieron a conocer al mundo pocos años después del levantamiento en la República Democrática Alemana, el 17 de junio de 1953. Como gran vanguardia de las reformas de la primavera de Praga, en 1968, antes de las iniciativas de Alexander Dubeek, Hungría planteó en 1956 una alternativa al neoestalinismo de Leonidas Breznev y supo señalar un camino que supuso el principio del fin de un sistema ya entonces acabado.Un gran levantamiento obrero desafió entonces al estalinismo y por algunos días se hizo con un poder que demostró al mundo, como ningún otro, el coraje de un pueblo centroeuropeo contra la tiranía en una Europa subyugada por intereses de las potencias vencedoras de una guerra que los húngaros jamás empezaron.

Los húngaros retornan a la historia, y sólo ellos son responsables de una de las más pacíficas transiciones que el año milagroso de 1989, con todas las demoliciones de despotismos, ha brindado al continente.

Janos Kadar, que gobernó el país durante más de 30 años, cayó hace menos de 23 meses. Hoy, Hungría renace con el primer Gobierno soberano que este país ha tenido en tantos años que la memoria de un adulto apenas llega a recordar.

Angustia y miseria

Ha ganado el anticominismo, y nadie se lo podrá reprochar a un país que ha vivido el miedo, la angustia y la miseria impuesta hace dos generaciones.

Los Demócratas Libres, el Foro Democrático, Fidesz y los Pequeños Camepesinos, todos ellos han demostrado, ante todo, una postura irreconciliable con el comunismo, el estatismo y la dictadura que todos quieren enterrar con estas elecciones que suponen el fracaso definitivo de la estructura policial que dominó a esta nación durante tantos años.

El Foro Democrático, con el político mas instintivo de Hungría y un sentido de poder infrecuente en un político de la oposición, Jozsef Antall a la cabeza, es un factor que nadie puede ignorar. Forme el Gobierno el Foro Democrático o la Alianza de Demócratas Libres, el camino hacia la democracia y un sistema de economía de mercado es el mismo.

Desempleo masivo, tendencias igualitaristas, miedo al porvenir y la certeza de conflictos sociales masivos causados por una reestructuración imprescindible no sólo enturbiarán el panorama del nuevo Gobierno, sino plantearán un reto irresoluble a no ser que la ayuda extranjera traspase la hipócrita frontera de las promesas ampulosas.

Hungría se enfrenta ahora al reto de convertirse en un país normal. Habrá de buscar vínculos internacionales más efectivos que el sinsentido del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) que premiaba la sumisión frente a la energía económica y que suponía un drenaje continuo del potencial productivo y financiero del país, día a día.

Todo estaba ayer aún abierto en esta carrera sin precedentes que era la primera elección libre en un país en el que nadie tiene aún datos fiables sobre la conducta electoral de una ciudadanía acostumbrada al oscurantismo.

El hundimiento del aparato está consumado, pero Hungría tiene aún, con cualquiera de las formaciones anticomunistas vencedoras, el reto de la gran aventura de una reconversión política y social que traerá muchas tensiones sociales a un país sacudido por traumas de siglos. Desde la indignación por Transilvania hasta la voladura de los grandes templos del estalinismo. como la metalurgia de Csepel, son muchos los traumas que dominan hoy Hungría. Los húngaros habrán de afrontarlos.

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