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Gorbachov

Rosa Montero

Pasan los años y Gorbachov va creciendo en sabiduría y gobierno, o quizá fuera mejor decir "en desgobierno", dado que el país le está reventando entre las manos y en las calles de] imperio huele a sangre. Pasan los años y hoy su figura resulta más atractiva e indescifrable que nunca. Más que un político, es un personaje literario: un héroe conradiano atrapado en un combate desigual contra el destino. Pero, sobre todo, Gorbachov es un misterio, un enigma inquietante. Y la incógnita a resolver, como en una novela policiaca, es si el hombre sabía o no sabía. Si era consciente, en fin, de lo que estaba haciendo.¿Sabía, cuando inició todo el proceso, a qué lejanas playas iba a llevarle la marca? ¿Que estaba dinamitando el poder del partido comunista, que los países del Este iban a salir zumbando como estrellas fugaces, que era el fin del largo sueño -a veces pesadilla- bolchevique? ¿Fingía Gorbachov moderación para convencer poco a poco a los reaccionarios de la necesidad del cambio? O ha ido llevando a cabo las reformas a regañadientes, forzado por la muy tormentosa realidad? ¿Es un glorioso Maquiavelo, un fino ajedrecista de la política, o bien es un pobre desgraciado que corre, perdido el resuello, tras unos acontecimientos históricos tan inalcanzables como la línea del horizonte?

Dicen los intelectuales rusos que no es culto, que habla mal; y dicen los radicales que no es un demócrata, sino un burócrata del partido que, a diferencia de otros, aprende rápido. Un pragmático, en suma, en el centro del caos. Quizá tengan razón, pero en el personaje hay mucho más: la gloria y la miseria de aquel que ha de sobrellevar el peso de un destino grandioso. De Gorbachov depende en gran medida el futuro del mundo, y para construir ese futuro ha de destruir en parte su propio país, traicionar las ideas con las que creció, amputar y herir. Es, como todo héroe de epopeya, un ser solitario, arrinconado y trágico.

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