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Tribuna
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LA ULTIMA DÉCADA

El valor de lo abstracto

La actual Feria de Arte Contemporáneo, Arco 90, se ha sumado a la lucha contra el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). ¿Se habría supuesto que una feria de arte mediara en la patología vírica de la población? Pero ¿y un concierto de rock, un combate de boxeo o una maratón en favor de los famélicos? El SIDA es una dolencia abstracta, una dolencia basada en el concepto de anticuerpos. No pertenece al censo de lo rutinario sino de lo excepcional, cunde por los márgenes y guarda entre su construcción el mito de lo incurable. ¿Son estas características las que le acercan al mundo., a su vez marginal, abstracto y misterioso de las artes? No es improbable. El SIDA no es sólo una enfermedad física. Acarrea los supuestos de una enfermedad moral y constituye en alianza con ello una reorganización del mundo.

La abstracción, el misterio, la indeterminación y el miedo cimentan buena parte de la posmodernidad. Nada hay seguro y nada es aprehensible. Nada parece duradero ni anuncia en qué destino vendrá a transmutarse. El planeta, representado por sus tres cuartas partes de pobreza y desesperanza, sumido en el mayor de los silencios, es la confirmación de lo abstracto. El residuo sin habla. No aúlla, no se computa y su posible extinción está realizándose al margen de lo televisable. El Tercer Mundo es un paciente en coma que no resuena sobre los índices Nikei ni Dow Jones, que se amortigua en la repetición cada vez más simplificada de la memoria y de la calamidad. La contaminación del agua o su enrarecimiento venenoso acaba mensualmente con más de 10.000 personas que beben su muerte haciendo un cuenco con las manos o llevándose un rudimentario cubilete a los labios. Se trata también de muertes abstractas, eliminadas de los duelos.

Pero ¿qué es a su vez Europa? En medio de los fragores de las monedas y las fronteras, las reuniones de Parlamentos a completo y la defenestración de organizaciones y líderes comunistas, Europa es más que nunca una indeterminación. La actualidad apenas cuenta si se compara con el protagonismo del porvenir. Cada acontecimiento se salda con la emergencia de una impredicción tan musculada como el suceso. A cada nueva situación, por sorprendente que sea, corresponde una indefinición de escala incomparable. Todo Estado es una potencial inestabilidad.

Adiós a la razón

El futuro se ha introducido con un viento sin cuajar sobre todo lo que: existe y se mueve. La antigua consistencia de los presentes, susceptibles de ser abrazados, está infectada por un futuro que infunde temor. La metáfora del SIDA lo llena todo. Se trata de una enfermedad sin remedio, sin vacuna, en buena parte impronosticable y con un porvenir dudoso. Nunca el presente se mostró tan activo. Nada se acaba, a la vez que todo empieza.

El último libro del espistemólogo Paul Feyerabend, Adiós a la razón, deshace la confianza en la ciencia que sirvió de apoyo al mundo occidental. No existe un saber científico único, racionalista y verificable, sino una pluralidad de saberes, intuitivos, religiosos, mágicos, artísticos, capaces de contraponerse entre sí y, por tanto, de fundir las convicciones. Apagar las luces.

La ambigüedad, la apertura de opciones, la simultaneidad de valores heterogéneos impide la redacción de un código criminal, la adquisición de asideros, el escape hacia parajes de amparo. Unos viven a la intemperie absoluta, arrollados por la devastación de las catástrofes y la pobreza. En general, todos vivimos desposeídos de un resguardo conceptual a partir de cuyo abrigo juzgar y juzgarnos.

¿La educación? ¿El arte? La ocupación de 50 universidades italianas y la manifestación de 50.000 estudiantes en Roma contra la reforma universitaria que procuraba una mayor relación entre la enseñanza y sus salidas industriales ilustra la confusión. Los estudiantes no quieren que disminuya el peso de las enseñanzas humanísticas y temen que los planes de estudios en manos de centros privados eleven los dictámenes del mercado a categoría absoluta. En este caso, los estudiantes apuestan en términos generales por lo general, por la indeterminación de las aplicaciones, por la incierta autonomía de un saber que no conoce anticipadamente su rentabilidad y su futuro. Defienden, en suma, la virtual propiedad del futuro. Descreen, en suma, que el mundo haya trazado algunas rutas definitivas. Por una vez el futuro es un virus inaprehensible, un mal enigmático, grave e intratable.

El estrés

Los franceses, por su parte, han investigado el fenómeno del estrés en los padres. El estrés de ser en la actualidad un padre con la inquietud del porvenir propio y ajeno. En cuanto a los hijos, el éxito en la escuela puede ser el pregonero de un éxito posterior, pero ¿cómo valorar la preparación idónea en relación al futuro? El futuro es ahora, en el repecho del milenio, invisible, y ¿qué es personalmente un éxito?

Cada vez más los padres se ahogan desempeñando papeles indeterminados, casi abstractos. Desgastada la autoridad, perdidas las referencias de lo mejor, desarmadas las capacidades para prevenir, los padres se afanan en facilitar la mayor cantidad de oportunidades, gastan con afán y escaso fundamento. Si la escuela hace tiempo que pasó de ser un centro donde se impartía formación humana y moral a convertirse en una mera oficina de información y servicios, la familia hace otro tanto. Pocos saben qué inculcar. La llave maestra es invertir, a despecho de la incertidumbre sobre la dirección de las inversiones. Un hijo desea ser artista. ¿Qué hacer? ¿Visitar Arco y Basilea, el Soho, la Tate Gallery, matricularlo en la escuela de Bellas Artes, contratar un profesor particular? Arte, dice Thierry de Duve en su panfleto titulado Aunom de l´art, es hoy todo aquello que el artista bautiza como tal. Después del auge de las instalaciones, ya no existen propiamente pintores o escultores, sino realizadores.

Los ochenta han volcado sus escombros de desorden y simultaneidad, de heterogeneidad y moda sobre todo el solar de lo viviente. El imperio de lo efímero, de Gilles Lipovetski, acaba de dar cuenta de la crónica sobre la repetición obsesiva del futuro y la furtiva materia del presente.

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