Neutralidad alemana
LAS DECLARACIONES de Gorbachov aceptando la unificación de las dos Alemanias y el proyecto presentado después por el primer ministro de la República Democrática Alemana (RDA), Hans Modrow, para realizarla significan un giro radical en la posición defendida hasta ahora por la URSS y la RDA. Si Gorbachov pensaba que las reticencias en ciertos Gobiernos europeos, como el de París, le ayudarían a evitar un cambio dificilmente asumible por muchos soviéticos acostumbrados a considerar la división de Alemania como el principal resultado de la II Guerra Mundial y como garantía de seguridad para ellos, los hechos han impuesto un cambio radical en la actitud de la URSS. No es nada aventurado prever que, pasadas las elecciones del próximo 18 de marzo en la RDA, empezarán a surgir órganos de poder y de coordinación que hablarán en nombre de toda Alemania. Entonces Europa habrá cambiado.La aceptación de la unidad por parte de Berlín y Moscú ha ido acompañada de la propuesta de que la nueva Alemania sea neutral. Hasta ahora, cuando en Occidente se hablaba de una eventual neutralidad alemana, ésta era concebida como una forma de debilitamiento de la OTAN y de extensión de la influencia soviética en el centro del continente. Pero lo que está ocurriendo en realidad es lo contrario: es el Pacto de Varsovia el que está. desapareciendo como conjunto de Estados sometidos a las directivas de Moscú.
Estamos en una situación nueva en la que va perdiendo vigencia la idea de una amenaza soviética para Occidente, base ideológica de la OTAN. Pero, dada la dificultad de concebir una gran Alemania neutral en un marco europeo tan inestable como el actual, es muy probable que Gorbachov, al plantear el concepto, lo haya hecho más bien como punto de partida para una negociación que va a continuar en diversas sedes y, de modo inmediato, con Baker en su visita a Moscú.
No se puede olvidar, sin embargo, que el futuro de Alemania va a ser determinado por los propios alemanes. Y éstos van a tener la oportunidad de pronunciarse en las elecciones del 18 de marzo en la RDA y las de diciembre en la RFA. Ambas campañas, en efecto, tienen como tema central la unidad y el lugar futuro de Alemania en Europa.
A este respecto es significativo que el SPD -cuyo candidato a canciller federal, Oskar Lafontaine, tras su éxito electoral reciente en el Sarre, tiene serias posibilidades a optar a la jefatura del Gobierno-, aun sin defender una neutralidad poco verosímil, insista en que la OTAN deberá modificar proftindamente su carácter; en que la unidad alemana no podría significar que se extiende la zona de una alianza dirigida contra la URSS, y en que la seguridad de Europa debe basarse no en alianzas militares, por mucho que éstas no hayan perdido aún su razón de ser, sino en estructuras políticas en el marco de la CE y de la Conferencia de Cooperación y Seguridad Europea (CSCE).
Por otra parte, si los alemanes van a decidir ellos mismos su destino, lo que sí corresponde a los países europeos es preparar nuevas estructuras para que la unidad alemana se inscriba en un nuevo marco continental. Incluso las preocupaciones de seguridad que Gorbachov expresa al pedir la neutralidad alemana tendrán un cauce de solución más adecuado si se da a la CSCE una estructura permanente, si se avanza hacia esa confederación que Mitterrand ha propuesto. Un dato muy positivo es que el presidente Bush, superando reticencias iniciales, haya aceptado la cumbre de los 35 Gobiernos de la CSCE propuesta por Gorbachov para este año 1990. En efecto, ése es el lugar apropiado para abordar la nueva arquitectura europea.
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