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CONVULSIÓN EN EL ESTE

Preocupación en EE UU por el futuro del presidente de la URSS

Estados Unidos ha establecido dos listones para medir su reacción ante la conducta de Moscú en el tratamiento de los problemas internos de la Unión Soviética: Washington condena, si se trata del Norte, y perdona, si se trata del Sur. Sin embargo, la Administración de EE UU no oculta su preocupación ante las consecuencias que esos problemas puedan tener para el futuro político de Gorbachov.La Administración de Bush considera que una supresión violenta de las manifestaciones en las repúblicas bálticas constituiría una violación de los derechos humanos de los ciudadanos de Estonia, Letonia y Lituania, cuya anexión por la URSS, acorde con los pactos Molotov-Ribentrop de 1939 nunca reconoció Washington.

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Sin embargo, la intervención del Ejército soviético en Azerbaiyán es explicada por Washington como un problema de orden público y, por tanto, un asunto interno de la URSS. Ningún Estado asistiría impasible y permitiría que unos ciudadanos asesinaran a otros dentro de sus fronteras, manifestaba hace dos meses el secretario de Estado, James Baker. La portavoz del Departamento de Estado, Margaret Tutwiler, dijo ayer que Washington consideró que la violencia en Azerbaiyán hizo necesaria la intervención. "La violencia de ciertos militantes", dijo, "crearon la necesidad de recurrir a la fuerza para restablecer el orden".

Acuerdos pendientes

Tutwiler, declaró la pasada semana que "EE UU reconoce desde 1933 la integridad territorial de la Unión Soviética", y añadió que "los armenios y los azeríes no son dos pueblos que luchan para conseguir un cambio político pacífico, sino que, simplemente, han desempolvando sus antiguos odios étnicos". Por su parte, la Casa Blanca, a través del portavoz presidencial, Marlin Fitzwater, se ha limitado a expresar su esperanza de que Moscú "utilice la fuerza con moderación", y que ese empleo de la fuerza "no constituya una excusa para limitar el ejercicio de los derechos políticos" de las poblaciones.

De las anteriores declaraciones se desprende que Washington no mueve un solo dedo ni levanta la voz para criticar el envío de tropas soviéticas al Cáucaso, siempre que Moscú sea capaz de controlar la situación y la intervención militar no produzca una matanza similar a la de la plaza pequinesa de Tiananmen.

Las preocupaciones de la Administración del presidente George Bush van por otro lado. Washington teme que, como consecuencia de la turbulencia interna en la URSS, Gorbachov pueda tener dificultades políticas para concluir los acuerdos de desarme pendientes con EE UU, entre los que se encuentran el de armas estratégicas y la reducción de fuerzas convencionales en Europa. En una reciente entrevista, Baker expresó la necesidad de "concluir buenos acuerdos [con Moscú] mientras haya posibilidad de conseguir esos acuerdos".

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