Puentes en Alemania
DERRIBADO EL muro, el problema alemán ha entrado en una nueva etapa: hace falta tender puentes para intensificar las relaciones y la cooperación entre los dos Estados alemanes prácticamente en todos los terrenos. Tal ha sido el principal contenido de la visita del canciller Kohl a Dresde y de sus entrevistas con el jefe del Gobierno alemán oriental, Hans Modrow. Además de ciertas medidas inmediatas, como la apertura de la Puerta de Brandeburgo, de gran simbolismo sentimental e histórico para los alemanes de uno y otro lado, y la liberación de presos políticos, han concertado un amplio programa de colaboración que incluye la creación de comisiones conjuntas sobre economía, medio ambiente, turismo, etcétera. Todo ello refleja la voluntad del canciller Kohl de ayudar a Modrow a mantener una situación estable en los meses que nos separan del 6 de mayo, fecha fijada para las elecciones generales, en las que los ciudadanos de la RDA podrán, por primera vez, votar libremente escogiendo entre diversos partidos.La RDA se halla en un momento difícil: se ha hundido la legitimidad en la que se apoyaba el régimen anterior y las urnas aún no han creado una nueva legitimidad democrática. El desprestigio del partido comunista, responsable del desgobierno de las últimas décadas, es total, y las nuevas fuerzas políticas en gestación aún no han destacado de sus filas dirigentes con influencia entre las masas. Se ha evitado, al menos hasta ahora, un enfrentamiento entre los sectores que se inclinan por una fusión rápida con la RFA y los que quieren conquistar la democracia en la RDA, y luego propiciar el acercamiento entre las dos Alemanias de modo gradual, creando una unidad de hecho mediante cooperaciones prácticas y concretas, no mediante proclamaciones rimbombantes. Todo ello determina que predomine, tanto en Bonn como en las otras capitales occidentales, la tendencia a apoyar a Modrow en esta fase delicada. Por su sentido pragmático, da la sensación de ser persona apta para asegurar una colaboración entre los comunistas reformadores y las otras fuerzas políticas que han iniciado ya, en una mesa redonda, la preparación de las elecciones y de los cambios constitucionales más apremiantes. Las visitas realizadas a la RDA -además de la de Kohl- por el secretario de Estado Baker y por el presidente Mitterrand tienen un rasgo común, esencial en estos momentos: reconociendo el derecho de los alemanes a unirse si lo desean, han subrayado que la unidad alemana sólo podría realizarse en íntima conexión con la unidad europea, y en el marco de los -progresos del desarme y del cambio del carácter de los bloques militares o de su desaparición. Los alemanes reciben así un doble mensaje, y es fundamental que lo entiendan: no se discute su derecho a la unidad, pero ésta no podrá hacerse sólo por su decisión. Exige cambios profundos, concertados por EE UU, la URSS y otros Estados del continente.
Hay señales de que la actitud soviética, la más negativa ante una eventual unidad alemana, tiende a hacerse más flexible. Ello se reflejó durante la visita de Shevardnadze a la OTAN, que fue una especie de ceremonia de fin de la guerra fría. La URSS parece comprender que la Comunidad Europea puede desempeñar un papel decisivo para encuadrar un proceso de unidad alemana evitando los riesgos de un retomo a tragedias del pasado. Pero un serio obstáculo dificulta hoy una evolución más favorable en Europa ante la perspectiva de la unidad alemana: la negativa de Kohl a reconocer sin ambigüedad las fronteras con Polonia. Tal negativa origina serios temores, en la URSS y en otros países. El SPD y las nuevas fuerzas políticas que nacen en la RDA tienen en ese punto una actitud mucho más acorde con las exigencias de Europa. Pero Kohl teme perder votos de la derecha si habla claro sobre la frontera oriental. No obstante, tendrá que superar su obsesión electoralista si no quiere causar mucho daño a la aceptación, por parte de las opiniones públicas europeas, de una perspectiva de Alemania unida. En este sentido, el resultado que reflejan las encuestas respecto de la actitud de los españoles sobre esta cuestión puede ser un buen termómetro para medir el sentimiento general existente en el conjunto de los países europeos. Dentro del máximo interés que muestran -muy por encima de algunas cuestiones domésticas- por lo que está ocurriendo en el Este europeo, los españoles consideran -un 54%, según la encuesta de Demoscopia publicada en este periódico el pasado domingo- que la unión de las dos Alemanias no sólo beneficiaría a Europa, sino también -un 42%- a España.
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