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"¿Cómo hacés?"

Los cambios políticos y económicos impulsados por el Gobierno afectan de un modo tan esencial la vida cotidiana de los argentinos que se advierten ya las consecuencias culturales. Aquel país de gente generosa y creativa a la que se reconocía por su predisposición para invitar a comer y "hacer gauchadas [favores]" tiende a quedar sepultado por la extrema necesidad.Dos argentinos que se encuentran hoy en la calle ya no se interesan por las vidas de cada uno. El "¿cómo estás?" ha sido reemplazado por el ¿cómo hacés?". En los trenes, en las oficinas, en los mercados, en todas partes, se habla de dinero y del aumento de los precios. Las facturas de electricidad, de gas o de agua y los impuestos municipales han llegado este mes con las nuevas tarifas recargadas en casi un 1.000%,. El coste de los servicios obliga a cerrar cines, teatros y pequeños negocios que ya no pueden sostenerse porque el consumo se ha reducido a niveles ínfimos.

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La televisión sólo emite de las seis de la tarde a las doce de la noche. Los cortes de electricidad continúan en turnos, por barrios, de cinco horas cada día. El precio de la gasolina se elevó siete veces. La escasa circulación de automóviles en la grandes ciudades del país elevó la demanda de los transportes colectivos. En las horas tope viajar siempre fue duro; ahora resulta casi imposible. Los taxis deambulan sin pasajeros.

Las primeras estadísticas oficiales registran cambios que van desde los hábitos de alimentación hasta modificaciones de conducta: hay quienes gastan más de lo que ganan en el viaje hasta la fábrica que los emplea. Los índices, además del 196.6% de inflación sólo en el mes de julio, revelan más delincuencia juvenil, más consumo de alcohol y de cualquier tipo de droga y un incremento en la tasa de suicidios denunciados.

El virtual estado de desesperación que se percibe ha demolido todas las reacciones sociales frente a los planes de Gobierno. El anuncio de la amnistía interna para las Fuerzas Armadas, del indulto para los oficiales que aún continúan bajo proceso por la guerra sucia y de conmutación de pena para los ya condenados no ha provocado más reacciones que las esperadas en los grupos defensores de los derechos humanos. Los dirigentes gremiales apoyan la política de traspaso a las empresas privadas.

La derecha se alió con el Gobierno, la izquierda permanece inmóvil y el radicalismo aún no ha iniciado siquiera su propia autocrítica.

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Un modelo de país se derrumba y el polvo no deja ver todavía qué queda de él.

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