Las voces y las piedras
Mérida Hace justamente diez años en este mismo marco -grandioso, sugerente, poético- Nuria Espert representaba una Medea histriónica, desgarrada, inspirada en los textos de Eurípides y Séneca, con música de Cristóbal Halffter. También Margarita Xirgu, muy anteriormente, había dado vida aquí al mítico personaje. En esta feliz obstinación de Mérida por Medea, no podía faltarla ópera.La Medea de Cherubini (1797), con libreto de F. B. Hoffmann, basada fundamentalmente en la obra de Corneille (1635), más cercana a Séneca que a Eurípides, necesita una soprano valiente, enérgica, capaz de transmitir la hondura del drama. Montserrat. Caballé ha incorporado el personaje a su manera, con su peculiar estilo. Apoyada en la gran belleza de su voz -en muy buen estado esta noche-, su Medea ha sido dulce, expresiva y, también, desigual. Le ha faltado concentración. Caballé, que comenzó excelentemente, pronunciando las frases con claridad e intención, se fue dispersando, en un torpe deambular por el escenario, con momentos intensos de pasión y otros más bien borrosos en la dicción y sin una ligazón en la continuidad dramática. Al final, daba la sensación que se interpretaba más a sí misma que al personaje de Cherubini.
'Medea', de Luigi Cherubini
Con Montserrat Caballé (Medea), José Carreras (Jasón), Elena Obratzsova (Neris), Kolos Kovats (Creonte) y María Gallego (Glauce). Orquesta Sinfónica y Coro de Radiotelevisión Española. Director musical: Antoni Ros Marbá. Director de¡ coro: Romano Gandolfi. Director de escena: José Luis Alonso. Teatro Romano de Mérida, 22 de julio.
Fuerza de arrastre
Claro, esto sólo lo pueden hacer las grandes divas, las que poseen capacidad de fascinación. Caballé tiene esa fuerza de arrastre, de comunicación. En otro sentido distinto -teatral, fidelidad a la palabra, al contenido de la frase- también lo poseía la gran intérprete del siglo de este rol, María Callas, protagonista fundamental, tras sus actuaciones de 1953 en Florencia y posteriormente en Milán, de que esta ópera volviera al repertorio de los grandes teatros. Pasolini, que antes de conocerla afirmaba "es cosa de bobos sentir delirio por la ópera", se sintió seducido por la presencia, el magnetismo de María Callas. La denominaba en versos "pajarillo de potente voz de águila".Es probable que las representaciones de Medea en 1961 en el teatro de Epidauro tuvieran más de una similitud con la de Mérida. Ambas cantantes actuaban en sus países de origen, al aire libre, buscando y haciendo leyenda. Son sopranos capaces de llevar a la locura a sus públicos.
Reaparecía en el escenario emeritense José Carreras. Su recuperación es absoluta. No ha perdido ni un ápice de sus cualidades musicales anteriores a la enfermedad. Mantiene, también, la misma rigidez escénica. Fue acogido con enorme cariño.
Con el aria Solo un pianto, Elena Obratzsova logró uno de los momentos más intensos de la noche: intimidad, dolor, acentos musicales propios de la tragedia. Ha mejorado mucho María Gallego desde su presentación en Madrid en el homenaje a Caballé. Emite los do naturales con facilidad, su voz es cálida, la expresión tierna. Frío, inadecuado, en voz y técnica de emisión, el bajo húngaro Kolos Kovats.
El espectáculo fue extraordinario. La orquesta dirigida por Ros Marbá (en su primer trabajo operístico, tras anunciarse su nombramiento como director del Teatro Real reconvertido) mantuvo un tono casi camerístico, con gran fidelidad estilística y lucidas intervenciones solistas como las del primer fagot. Excelente el coro preparado por Romano Gandolfi, rico de matices. Su prestación fue sorprendente, tratándose de un grupo no dedicado asiduamente a la ópera.
Al éxito de la velada contribuyó la dirección escénica de José Luis Alonso. Convencional pero ordenada, sacó el máximo partido de la belleza desnuda del teatro romano de Mérida, subrayada por una inteligente iluminación. Algunas de las disposiciones de grupos y estampas plásticas en rojos, negros, grises y blancos, quedarán en el recuerdo de una noche realmente mágica en muchos aspectos.
Babelia
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