Crear, no suprimir
Los problemas de las orquestas europeas se debaten, en estos momentos, entre el éxito y la dificultad financiera. Se trata de instrumentos de altísima aceptación pero, al mismo tiempo, de unos costes siempre crecientes. España, cuyo mapa orquestal no es comparable al de la República Federal de Alemania ni al de la peculiar Gran Bretaña, cuyas orquestas son mayoritariamente privadas, sufre en principio las mismas vicisitudes que cualquier otro país.El caso de España difiere en algún aspecto fundamental: mientras algunos países se ven obligados y pueden suprimir orquestas, España tiene la necesidad de crearlas para acceder a una mínina infraestructura sinfónica acorde con un país culto de 40 millones.
Ese inconveniente seguir pidiendo al Estado o a las Administraciones comunitarias mayores gastos en la materia, pues a la postre salen de los bolsillos de todos, los melómanos y los no melómanos. Parece necesarios un estudio serio y una legislación conveniente en materia de patrocinios para que la sociedad asuma las obligaciones que le corresponden. El clima está hoy bastante abonado en España aunque los esfuerzos resulten dispersos.