La llegada de víveres concede un respiro al Gobierno de Najibulá
ENVIADA ESPECIAL El Gobierno afgano de Najibulá recibió ayer con visible satisfacción la vuelta de los diplomáticos polacos. Para el ministerio de Exteriores afgano, la llegada del encargado de negocios de Varsovia, Roman Zieba; la reapertura del Centro Ortopédico del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y el anuncio de la reapertura de la sede diplomática húngara demuestran al mundo "la normalidad de Kabul".
Tras la incertidumbre del mes pasado, la capital afgana atraviesa su período de vacas gordas. El triunfo que ha supuesto para Najibulá la llegada el sábado y el domingo del primer convoy de víveres a Kabul y el espaldarazo diplomático de Polonia y Hungría han dado un respiro al régimen.
Estos dos países fueron los únicos de Europa del Este que siguieron los pasos de las embajadas occidentales y cerraron las puertas de sus sedes. En el ministerio de Exteriores afgano se espera que ahora ocurra lo contrario y que sean estas dos naciones las que arrastren a los occidentales a reconsiderar sus cierres. Según un portavoz, la presión de EE UU sobre los aliados occidentales fue la que obligó a éstos a abandonar Kabul.
Najibulá ha emprendido una ofensiva diplomática encaminada a obtener "la comprensión" de la comunidad internacional para su política de reconciliación nacional. El ministro de Exteriores afgano, Abdul Wakil, que ha permanecido cinco días en la India, viaja hoy a Ginebra para reiterar el llamamiento de su Gobierno a la ONU para que medie en el conflicto y envíe ayuda humanitaria a la población.
Una de las pocas colas que todavía se ven en la ciudad, una vez que ya se ha acabado la escasez de harina para hacer pan, es precisamente ante al Embajada de la India. Numerosos afganos han elegido la India para vivir su exilio o alejarse del tormento de la guerra, y decenas de personas, a veces cientos, se agolpan frente a esa sede diplomática en demanda de visados.
Fuentes diplomáticas dijeron ayer que de no producirse un cambio brusco en la situación de la capital, la ONU, que, como el CICR, había reducido considerablemente su presencia en Kabul, ha decidido ya comentar a aumentarla, hasta llegar a la normalidad.
La Cruz Roja Internacional
Los 60 extranjeros que trabajaban para el CICR quedaron reducidos el 3 de febrero pasado a 37, ante las dificultades que ofrecía una eventual evacuación forzosa. Daniel Petitmermet, subdirector del CICR en Kabul, dijo a este periódico que se optó por limitar la actuación del CICR a las funciones vitales: el hospital y la protección de prisioneros de guerra. Esto obligó a cerrar el centro ortopédico para mutilados.
Petitmermet señaló que la reapertura de éste, el 1 de mayo, fue acogida de forma "muy positiva" por el Gobierno. Hasta el momento, han vuelto siete personas del CIRC, pero se espera que el resto llegue en las próximas semanas, e incluso aumentar su presencia si reciben la autorización de los dirigentes afganos.Desde la invasión soviética, la presencia del CICR en Afganistán ha sufrido fuertes obstáculos, y hasta 1987 no logró asentarse definitivamente. Con anterioridad, tres de sus equipos fueron invitados a abandonar el país. El mismo enero pasado, un equipo que estudiaba desde noviembre la situación en la provincia de Herat, fronteriza con la Unión Soviética, recibió la recomendación de las autoridades militares de que volviera a Kabul.
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