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Muñoz Molina: "Leer es el único acto soberano que nos queda"

"Intento que mis libros se agreguen a la vida del lector, no a su biblioteca o a su pedantería", dijo ayer Antonio Muñoz Molina en la presentación de su nueva novela Beltenebros, editada por Seix Barral. El autor de Un invierno en Lisboa, libro que le valió el premio nacional de novela y de la Crítica en 1988, reconoce en la ironía de Cervantes y la piedad de Pérez Galdós las fuentes de su obra y asegura convencido que "un libro perdura porque conmueve, porque hace compañía". Muñoz Molina, nacido en Ubeda (Jaén) en 1956, afirma sobre la condena a muerte del escritor indio-británico Salman Rushdie que "leer es uno de los pocos actos soberanos que quedan" y que "la hipocresía moral con que se maneja este caso no justifica a ningún integrismo homicida"."Vine a Madrid para matar a un hombre a quién no había visto nunca". Así comienza Beltenebros, una novela de poco más de 200 páginas, cuyo título está sacado del nombre que adopta Amadís de Gaula cuando las penas de amor le llevan a buscar retiro espiritual en la Peña Pobre, y que narra un ajuste de cuentas que es también una historia de traición. Antonio Muñoz Molina no está de acuerdo con las críticas que le acusan de haber escrito un melodrama bajo la influencia de cierta nostalgia cinematográfica: "Todos tenemos los ojos acostumbrados a la mirada del cine y éste es la continuación de la novela por entregas, de la novela popular. Si el lector común entiende que hecho un ejercicio de estilo con el cine, he fracasado". Frente a ello, el autor de Un invierno en Lisboa reivindica "la carga emocional" de la propia tradición literaria y de ella destaca "la voluntad de contar y mirar" de Galdós y el "juego entre literatura y vida" de Cervantes.

Muñoz Molina asegura que el Madrid de Beltenebros no es una geografía imaginaria. Está documentado y surge de sus recuerdos de aquel año de 1973, "el año sórdido de la muerte de Carrero, del proceso 1.001 y la ejecución de Puig Antich". Uno de los centros de la novela es la estación de Atocha, un lugar emblemático para el novelista de esa "mezcla de belleza y terror hasta extremos pornográficos" que le produce la ciudad.

Crítica iluminadora

El novelista ve la crítica como "un punto de partida para otra creación" y considera que debe ser "iluminadora o al menos informativa, como la anglosajoria". No cree en "la persecución mutua entre el escritor y el crítico" y justifica el "aprersuramiento" de éste por la inestabilidad de su propia condición profesional. En su opinión, "el crítico debe ser un lector cualificado" y la única que le molesta es la crítica "reductora". Muñoz Molina sabe que la "humildad del escritor es preferir el silencio a la redundancia".

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