Una invasión a prueba de 'glasnot'
Los 'bandidos' afganos han pasado a ser para los soviéticos la 'oposición armada'
PILAR BONET, Los medios de comunicación de la URSS cuentan detalladamente cómo regresa el Ejército Rojo desde las áridas tierras de Afganistán. Cuando el último soldado del contingente limitado haya dejado atrás el puente sobre el río Amú Daria y se hayan disipado los temores de desmoralizar a los combatientes, tal vez puedan explicar por fin cómo llegaron a Afganistán los soldados soviéticos, hace más de nueve años.
Así lo esperan al menos muchos ciudadanos, impacientes por ver proyectarse la glasnost (transparencia informativa) sobre un tema que durante casi una década no motivó ninguna protesta o interpelación abierta por parte de los diputados que se reunían en el Soviet Supremo para aceptar unánimemente cualquier decisión de la directiva comunista soviética.Afganistán ha ido desvelándose ante los soviéticos de forma progresiva, pero la imagen no está completa. Intelectuales familiarizados con el tema distinguen hoy tres períodos en la evolución de la glasnost en relación a Afganistán.
De 1979 a 1982, durante los últimos años de la vida de Leónidas Breznev (fallecido en noviembre de 1982), no se hablaba ni de acciones militares ni de víctimas soviéticas. Los relatos se limitaban a explicar cómo los soldados soviéticos ayudaban al pueblo afgano a construir la revolución en tanto que los dushmanos (bandidos) -hoy conocidos por oposición armada- suponían una parte desdeñable de la sociedad condenada a la derrota por sus concepciones retrógradas.
Relatos heroicos
De1083 a 1985, duro el mandado de Yuri Andropov y Konstantin Chernenko, la nformación sobre Afganistán adquirió el tono de los relatos heroicos. Abundaban las historias sobre los internacionalistas que sacrificaban su vida para proteger a un superior o a un amigo afgano. La realidad que se ocultaba tras ellas era el inicio de las primeras grandes, dificultades para los soviéticos. Centenares de miles de jóvenes habían pasado ya por Afganistán, y los ataúdes de cinc lacrados que llegaban a Tashkent se habían multiplicado.
El período comprendido entre la llegada al poder de Mijail Gorbachov, en la primavera de 1985, y finales, de 1987, dio a conocer a los soviéticos la envergadura de las acciones militares. Por primera vez la televisión les mostró a sus paisanos en combate. Las familias pudieron expresar su dolor, preferentemente en las tumbas -por fin autorizada a identificarse- de sus hijos muertos; los veteranos pudieron organizarse (como burócratas o como salvadores de la sociedad) y también comenzar a expresar abiertamente: sus dudas y hasta su repulsión por aquella guerra.
Sin solución militar
De los artículos publicados por la Prensa se deducía que la solución militar del conflicto era imposible. La necesidad de buscar un diálogo político y la reconciliación nacional estaban a la orden del día, como lo estaban las primeras consideraciones económicas sobre la rentabilidad de la política exterior soviética formuladas por el ministro de Asuntos Exteriores, Edvard Shevardnadze.
El nuevo pensamiento de Mijail Gorbachov había llegado, y con él el punto de inflexión para la aventura afgana. Durante el XXVII congreso del PCUS, en febrero de 1986, Gorbachov calificaba a Afganistán como "herida sangrante".
En mayo del mismo año, el entonces presidente Babrak Karmal fue reemplazado por Najibulá. En julio, en Viadivos Tok, Gorbachov anuncié la retirada simbólica de seis regimientos, que se llevó a cabo en octubre. Por esta época Moscú lograba recomponer su imagen en el mundo islámico y conseguía organizar una conferencia isláinica internacional en Baku. La antenor, en 1980, en Tashkent, había sido boicoteada por la mayoría de los Estados más poderosos, debido a la invasión afgana.
A la política de reconciliación nacional siguieron los acuerdos de Ginebra en abril de 1988. Alrededor de estas fechas aparecieron en la URSS las primeras voces que hablaban abiertamente de error político. El cuestionamiento de la guerra estaba, sin embargo, limitado por la presencia en Afganistán de un contingente militar que, oficialmente, se consideraba heredero del internacionalismo mostrado en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968.
Consumo de narcóticos
Con todo, la glasnost se proyectó sobre el consumo de narcóticos, la baja moral de los soldados, el contrabando y hasta la primera sentencia conocida (mayo de 1986) -una pena de muerte conmutada- contra un oficial soviético que perdió los estribos y había sido responsabilizado de la muerte de civiles inocentes.
Durante la XIX conferencia del PCUS, en julio de 1988, el escritor Grigori BakIanov, director de la revista Znamia, dijo haber recibido muchas cartas de madres que preguntaban quién estaba detrás de la intervención soviética. Baklanov afirmaba que había habido miembros candidatos del Politburá que se enteraron por los periódicos de la intervención en Afganistán.
Según el escritor, no había en la URSS garantías de que una acción semejante no se repitiera de nuevo. Hoy, los comentaristas de política internacional de la Unión Soviética manifiestan que la decisión de entrar en Afganistán fue tomada por Leonidas Breznev y sus círculos más próximos. Curiosamente, Mijail Gorbachov era a la sazón miembro candidato del Politburó.
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