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FERIA DE VALDEMORILLO

Coñá y estornudos

La fiesta valdemorillana fue ayer según es tradición: hacía un frío de mil diablos. La gente, que llenó la plaza por cuarta vez consecutiva en la feria, capeaba el temporal como podía, entre pataleos al maderamen, tiritonas, resoplidos, estornudos, latigazos de coñá. Cuando acabó la función, algunos iban la mar de flagelados.Los más pusilánimes se desahogaban a quejidos y aficionados raciales les reconvenían: "Que haga frío en la feria de Valdemorillo es lo suyo; lo otro era una mariconá". Lo otro era el calorcito playero de días atrás, que bendecía a la afición, por santa. Aunque muchos no se habituaban. Los valdemorillistas expertos acuden a esta feria equipados y mentalizados para combatir la congelación. Los valdemorillistas expertos saben que la primera ráfaga de aire será mala, pero aún trae más hielo cuando viene de vuelta de las sierras, y entonces, con una perfección técnica propia de virtuosos en la materia, la esquivan mediante inmersión absoluta de la cabeza en los zamarrones, sin que por ello el ojo se desaperciba de cuanto sucede en el ruedo.

Zaballos / De Jesús, Martín, Jiménez

Novillos de Miguel Zaballos, con trapío, fuertes, manejables. Gregorio de Jesús: bajonazo (silencio); estocada corta atravesada y descabello (oreja). Ignacio Martín: dos pinchazos, estocada delantera contraria que asoma y dos descabellos; la presidencia le perdonó un aviso (silencio); cinco pinchazos y estocada corta; la presidencia le perdonó un aviso (vuelta por su cuenta). Mariano Jiménez: media estocada tendida, rueda de peones y dos descabellos (vuelta); pinchazo, bajonazo, pinchazo, descabello -aviso- y descabello (palmas).Plaza de Valdemorillo, 7 de febrero. Cuarta corrida de feria.

Toros abisontados

Que no se puede desapercibir -ni el ojo, ni nada- porque en el ruedo hay toros-toros, abisontados toros, como no salen en ferias de mayor postín. A los novilleritos de ayer les echaron ganado de un trapío que no verán muchas figuras en toda la temporada. Abierta la cuerna, alta la aguja, larga la caja, hondo el pecho, fosco el frontis, dura la pezuña, los toros irrumpían arrogantes en el barrizal. Sin embargo, a los pocos trancos ya estaba menos crecidos, porque unos novilleritos valientes les disputaban a muerte la hegemonía sobre el redondel.Los tres novilleros tenían defectos a espuerta; lógicamente, fruto de su inexperiencia. Y virtudes a espuerta; también, como el abecé del oficio torero totalmente asimilado, inteligencia para interpretarlo desde la más estricta ortodoxia, valor y ambición; nada menos. Curiosamente, los tres se sintieron más a gusto en sus últimas intervenciones. A Gregorio de Jesús e Ignacio Martín, en las primeras, les costaba atemperar el genio de los animales, mientras en las segundas corrieron la mano y se permitieron el lujo de hacerlo con sabor pinturero. Mariano Jiménez también en el tercero, de aceptable manejabilidad, y aún tuvo mayor mérito en el sexto, pues se atrevió a aguantar y a embarcar con largura y temple las acometidas violentísimas.

Tardaron mucho en liquidar sus faenas, aquello duró dos horas y media, el público gritaba que les quería mucho pero que acabaran de una vez, en el cerro colindante hicieron hoguera los que veían desde allí la corrida y el humo se metió en la plaza, los músicos no paraban de atronar pasodobles, "¡Descansad un ratito, majos!", les pedían por caridad, calaba los huesos el agua-nieve, el viento daba la vuelta cada vez más rápido, decían que a mala leche. Ahora bien, todo se aceptaba de buen grado porque la feria de Valdemorillo requiere coñá y estornudos, es lo suyo, y después, la afición disputaba primeras filas junto al fuego de las chimeneas, lamentando que ya no vuelva a haber toros hasta el sábado.

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