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Imágenes para no olvidar

Cuando los gritos son silencio y el silencio grita comprendemos que nos encontramos frente a una obra cuyo contenido nunca quisiéramos haber visto. La obra del fotógrafo Sebastiâo Salgado, (Aimores, Brasil, 1944), es tan tremenda como real. Maravillosamente cruel, desgarrada y dura, está expuesta con sencillez y gusto en la sala de exposiciones del Canal de Isabel II en Madrid.

El Sahel, tierra condenada al dolor, al hambre y a la muerte es el motivo central de la exposición. Este profesional de la imagen nos la muestra cruel, desgarrada. Su trabajo es el fruto de quince meses de estancia, entre 1984 y 1985, en el desierto del Sahara en estrecho contacto con diversas organizaciones humanitarias, como Médicos sin Froteras, a quién esta dedicada la exposición.

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La técnica de Salgado, su visión periodística, desafía la imaginación. Sus fotos de interiores parecen estar iluminadas por la magia de los grandes estudios cinematográficos. No parecen reales. Salgado domina la luz en cualquier situación, momento y sitio y es capaz de captar con nitidez la solemne desnudez de la muerte, el abismo de la desolación. Cada foto es un grito de dolor. Sus imágenes nos sitúan donde él quiere llevarnos y nos impedirán olvidar esos rostros, cuerpos rotos, miradas perdidas que esperan lo que ya es inevitable: la muerte.

Su técnica, en todas sus facetas, es perfecta. Domina con la sencillez de los grandes maestros la luz y el encuadre. Sabe cuándo y en qué momento exacto tiene que usar uno u otro objetivo de sus Leikas. Matiza sus fotos con gamas completas de grises, consiguiendo dar unas tonalidades fuera de lo común. Resalta con toda su fuerza al personaje principal, diluyendo los fondos y dejando en segundo plano el apoyo de la imagen principal. El drama se difumina, se mezcla con la belleza de su arte. Volvemos a descubrir la fuerza inigualable del blanco y negro.

Sebastiâo Salgado demuestra en esta exposición la profundidad que puede alcanzar el mejor fotoperiodismo, su capacidad para denunciar una situación que el mundo prefiere olvidar sin abdicar ni un ápice de una restallante belleza que, tal vez, resalte aún más, ante el drama que refleja.

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