Orfebre del verso
Comencé a traducir poemas de Marià Manent en 1966, para la antología Poetas catalanes contemporáneos, libro que publicó Seix Barral dos años más tarde.Fue aquélla una antología de sólo 10 escritores: Carner, Riba, Foix, Salvat-Papasseit, Manent, Pere Quart, Espriu, Vinyoli y Gabriel Ferrater, representados cada uno de ellos por 20 poemas, con el texto original catalán encarado a mi versión castellana.
Algún amigo mío me reprochó que, dada la corta obra de Manent (que no había publicado más allá de 60 poemas) era para los otros poetas de mi antología algo así como un agravio poético comparativo el publicar casi la tercera parte de su obra.
Quizá tenían razón los que así opinaban, pero yo creí y creo que un escritor no debe ser presentado por menos de ese número de composiciones para llegar a individualizarlo, y los igualé a todos por lo bajo, no por lo alto. Además, yo tenía en cuenta que Manent eliminó muchos de sus primeros poemas al publicar su Obra poética en 19 5 6.
Excelente traductor
Veinte años después, en 1986 y para una más amplia selección de la poesía de Manent que se titula Las acacias salvajes que se publicó en la colección Marca Hispánica, amplié la selección de su poesía hasta 42 poemas.
Manent, en ambas ocasiones, me ayudó mucho. Repasé conmigo las traducciones: me sugirió cambios, me aclaró matices del original y me ayudó en primeras versiones al castellano. Le atendí casi siempre, pues no podía olvidar que él era, además de poeta y prosista y crítico literario, también un excelente traductor de la poesía inglesa, y no sólo al catalán, sino también al castellano como lo hizo para Josep Janés y sus Ediciones Lauro a finales delos años cuarenta. Fue esa faceta del Manent traductor la que me hizo caer en la cuenta de que él era sin duda el poeta catalán que reflejaba en su obra la mejor asimilación de escritores como el primer Yeats o Edith Sitwel.Como ellos, amaba más el campo que la ciudad. Sus húmedos paisajes del Montseny (no los secos paisajes de l'Aleixar, en el Baix Camp, en Tarragona, ni los paisajes cálidos del Maresme) recuerdan los paisajes de Irlanda o de Gales. También sus jardines con pavo real y sus ríos con cisne, aunque no estén situados en Inglaterra, son, en cierto modo, ingleses.Alex Susanna acierta cuando señala que un determinado bosque, una determinada colina o una determinada fuente, se convierten, en los poemas de Manent, en el bosque, la colina o la fuente, es decir, en lugares míticos, indeterminados y primordiales.
Otro rasgo de Mariá Manent que llamó mi atención fue su trabajo como de orfebre del poema. No hay en él improvisación ni rapto de genio, sino un lento proceso hacia un objeto artístico final preconcebido que siempre pretende perfecto, y que resulta pulido y sin estridencias de tono o de emoción, o lo que es lo mismo, elegante.
No, no me fue fácil traducir a Manent: en castellano sus versos me quedaron menos suaves, menos sedosos y menos transparentes, y sus evasiones y sus silencios se me escaparon en buena parte.
Vayan como homenaje a su obra el original catalán de los cuatros versos finales de su poema Mort d' un poeta, seguidos de mi imposible traducción castellana: T'ha vetllat el teu cel en la tempesta inacabable i dura, / i, ulls clucs, devies veure la teva mar fidel, / l'espigol de l'altura ("Te ha velado tu cielo / en la tormenta inacabable y dura, / y, a ojos cerrados, viste quizá tu mar fiel, espliego de la altura).
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