Faraones y liliputienses
Entre los reproches que algunos autores teatrales hacen a la política teatral de la Administración destacan la apuesta por lo consagrado, la preferencia por un arte aséptico, la apertura de locales desmesurados, el interés en el escaparate y la publicidad, y el faraonismo.Frente al pesimismo que le embarga ante la situación del teatro, Fermín Cabal encuentra cierta esperanza en algunos escritores jóvenes, son equivalentes a lo mejor que se hace en cine o en novela. Hay una serie de gente, Ernesto Caballero, Paloma Pedrero, Alfonso Plou, Ignacio del Moral, que a pesar de todo están ahí, con estilos distintos, pero en su época. Es un realismo nuevo, que me parece lo positivo. Frente a lo que propone la oficialidad, que no se hable de España y que se haga un arte aséptico y repetir las vanguardias ajadas, sigue habiendo gente que hace cosas nuevas, y eso es lo que más me gusta del teatro".
Ignacio García May cree que en el teatro español hay "una gran cobardía, se busca una falsa seguridad para ganar dinero. Los empresarios privados estrenan a autores consagrados por la garantía que eso parece darles de ganar dinero. En lo que respecta a los teatros públicos nos encontramos con la política de siempre: como según las consignas del Ministerio de Cultura lo que hay que hacer son cosas grandes y aparentes, se recurre a lo conocido"."El famoso apoyo público al teatro va por los derroteros de la restauración de edificios y el mantener unas compañías nacionales que están bien, pero que poco tienen que ver con nuevos autores", piensa Alfonso Plou, que cree que "el teatro parece un arte viejo, que es preciso conservar. El teatro es visto como algo institucionalizado y sin aproximación a la época actual".José Sanchis Sinisterra cree que en España se ha perdido el sentido de hacer teatro. "Todo es un puro faraonismo. Cuando se le pregunta a alguien por qué o para qué ha hecho un montaje o ha intervenido en él, las respuestas no van más allá de lo banal de 'tengo que comer' o 'algo hay que hacer'".
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