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Las tribulaciones de una elite bien pagada pero insatisfecha

La Comisión Europea quiere introducir la gestión empresarial en su pesada burocracia

Los funcionarios europeos constituyen una elite tanto por sus altas retribuciones salariales como por el prestigio de que gozan las instituciones comunitarias. Sin embargo, una reciente encuesta de la Comisión de la CE pone en evidencia un profundo descontento en la mayoría de los eurócratas. La lentitud de los procedimientos burocráticos, la imposibilidad de incidir en la toma de decisiones que afectan a su parcela de trabajo y el predominio de los equilibrios políticos sobre los criterios de profesionalidad son los principales blancos de las quejas.

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El Acta única traza el camino del mercado único y la reforma de la CE, pero los eurócratas no tienen muy claro el rumbo. Los funcionarios comunitarios están y se consideran bien pagados, gozan de estima social y disfrutan de otras muchas ventajas. Todo ello no impide que mayoritariamente se sientan descontentos del prestigio de la comisión europea, desconozcan los objetivos y prioridades de su trabajo, despotriquen contra los jefes, añoren la posibilidad de innovar y renieguen de la lentitud de los procedimientos. "Es la consecuencia lógica", comenta un alto funcionario, "de un sistema burocrático pervertido".Un sondeo reciente, encargado por la propia comisión europea, acaba de demostrar que los funcionarios de la CE son una elite, aunque bien pagada, no muy satisfecha. En las instituciones comunitarias (Consejo de Ministros, Parlamento, comisión europea y otros organismos) trabajan 21.000 funcionarios ' cuyos sueldos van desde las 150.000 pesetas al mes que cobra el más modesto subalterno hasta algo más de un millón que ingresa un director general, siempre libres de impuestos. La escala más baja de los funcionarios con título universitario -los A- está retribuida con un salario mensual de 350.000 pesetas limpias.

Carga de quejas

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A pesar de esta retribución convincente, de la seguridad del puesto de trabajo y de que la Europa unida es una idea de moda, los eurócratas están cargados de quejas, según pone de manifiesto la encuesta realizada por la empresa CEGOS, una consultora especializada en gestión y formación de personal. De los 14.000 funcionarios de la comisión europea respondieron el cuestionario 7.400, lo que da "un interés especial a la consulta", como afirman los propios encuestadores.

El panorama no invita al optimismo. Una mayoría abrumadora critica la lentidud de los procedimientos administrativos y se confiesa impotente para influir en las decisiones que le incumben. Las respuestas negativas pedrominan también en las preguntas referentes al prestigio de la comisión europea, los objetivos del trabajo y la información de que disponen, a pesar de que los funcionarios están bastante contentos del ambiente en que desempeñan sus tareas, el interés profesional que éstas tienen y de las responsabilidades asumidas.

La aparente contradicción es posible porque cada vez más las decisiones que la comisión europea adopta "son fruto de equilibrios políticos entre los 12 países de la Comunidad Europea, sin que muchas veces se tengan en cuenta los criterios de un dossier bien hecho", apunta un jefe de servicio comunitario.

Las relaciones con los superiores jerárquicos son otra fuente de problemas. Salvo con las personas más próximas (colaboradores y compañeros de trabajo), los contactos con los restantes miembros de la Comisión se juzgan ampliamente insatisfactorios. El descontento es especialmente notorio en lo que se refiere a las relaciones profesionales con los gabinetes de los comisarios, el director general de turno y otros jefes. Se duda que estos responsables sean capaces de organizar el trabajo, decir a cada uno lo que tiene que hacer e incluso de que puedan sustituir a cualquiera de sus colaboradores. Las opiniones sobre las fuentes de información en el trabajo señalan el papel positivo de circulares y notas, medios de comunicación o del correo, mientras el negativo apunta hacia los jefes, las organizaciones sindicales o el informáfono telefónico instalado por la Comisión. Una mayoría valora su autonomía profesional y el interés de las propuestas que elabora, pero echa en falta la posibilidad de innovar y es más que escéptica con las posibilidades de su carrera. Tener contactos, suerte y ser de la "nacionalidad adecuada" es más importante -dicen- que trabajar mucho, obtener resultados o poseer conocimientos específicos. Un 52% de los encuestados considera que "haga lo que haga, no conseguiré una promoción más rápidamente".

Como en todas partes cuecen habas, el estudio pone en relación estos resultados con los ofrecidos por una selección de empresas industriales y de servicios. Las opiniones de los funcionarios comunitarios son más numerosas en respuestas del tipo "importa poco lo que yo haga" o "se me dice lo que debo hacer". Los empleados de las empresas se imponen por un margen significativo a la hora de contestar afirmativamente a preguntas como "tomo parte en las decisiones que se refieren a mi trabajo" o "siempre hay cambios que lo hacen interesante".

Las conclusiones del estudio hacen notar que, para la Comisión Europea, "llevar a cabo un proceso de modernización significa imaginar una gestión original que tenga en cuenta el hecho de que el sistema de valores dominantes no es un sistema de valores empresariales y que, por lo tanto, será probablemente necesario imaginar soluciones y no reproducir procesos aplicados en las empresas privadas".

Los encuestadores no entran, sin embargo, a analizar las causas del desánimo de los funcionarios. Una encuesta nada científica, hecha a boleo por el periodista, se topa con opiniones que reflejan el por qué de un escepticismo que choca con el alto prestigio social que envuelve a los eurócratas. La lentitud de la burocracia acaba con ilusiones o iniciativas. Las cuotas nacionales de funcionarios y su reparto proporcional en las direcciones generales entra en colisión con el criterio de eficacia profesional. Pesan más las relaciones personales que el valor del trabajo realizado. "Son los mismos vicios de cualquier administración pública", afirma un alto funcionario.

El predominio de lo escrito

Un director de la comisión apostilla que "el absoluto predominio del procedimiento escrito impide la gratificación y garantiza el castigo". Cuando un funcionario elabora bien un documento, basta sólo que el superior estampe su firma para que el papel continúe la vía jerárquica establecida. Si algo está mal, el funcionario recibe una nota escrita para que rehaga su trabajo. "Se ha creado así un sistema viciado en el que la tarea bien hecha es aparentemente ignorada y sólo los errores son siempre reconocidos".

El valor de esta primera encuesta realizada sobre los funcionarios comunitarios es más importante si se tiene en cuenta, según un portavoz de la Comisión Europea, que "el futuro será una Comunidad en la cual las dimensiones de las administraciones centrales no aumentarán de manera significativa y serán otras administraciones o agencias bajo el control de instituciones comunitarias las que asumirán cada vez más funciones". Se quiere también llevar el ejemplo comunitario a los países miembros, con intercambio temporal de funcionarios en comisión de servicios, para conseguir que "en las administraciones nacionales o regionales haya cada vez más personas con experiencia directa de trabajo en la Comisión de la Comunidad Europea".

El sondeo forma parte de un programa iniciado en 1986 por el comisario danés Herming Christophersen, responsable del personal comunitario y del presupuesto. El objetivo, según fuentes de su gabinete, es "modernizar el funcionamiento de la maquinaria e introducir técnicas de gestión empresarial en la burocracia". Este cambio hacia la cultura de la empresa privada es posible porque "la Administración comunitaria es pequeña, inferior a cualquier ministerio de un Estado miembro", afirma un responsable de la dirección de personal de la Comunidad Europea.

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