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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Encuesta de la ONU en Cuba

LA RECIENTE visita a Cuba de una delegación de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU sienta un precedente de indiscutible valor en la vida internacíonal. Hasta ahora, los países llamados socialistas se han negado a visitas de ese género, apoyándose en la idea tradicional de que la aplicación de las libertades y de los derechos del hombre compete a la soberanía de cada Estado. Pero los avances de las últimas décadas hacia la consideración de esos derechos como parte del Derecho Internacional han sido serios, y ello ha erosionado la vieja concepción de la soberanía. El viajé, al margen de su eficacia concreta, representa un paso significativo de Cuba hacia el reconocimiento de una competencia internacional en terrenos en los que hasta ahora la rechazaba.Por otro lado, el Gobierno cubano ha defendido sus intereses con inteligencia. Ante una fuerte ofensiva lanzada por Estados Unidos el año pasado en la Comisión de Derechos Humanos reunida en Ginebra, La Habana tomó la iniciativa de invitar a una delegación de la ONU para que examinase el problema sobre el terreno. A la vez, a principios de 1988, el Gobierno cubano ha tomado diversas medidas para mejorar la situación; en particular, con la reforma del código penal, ha salido de las cárceles un número apreciable de presos. Otro factor favorable para él es que las relaciones entre Iglesia y Estado atraviesan una fase distendida; aquélla ha obtenido concesiones en diversos aspectos y su actitud sobre los derechos humanos, sin abandonar la crítica, no deja en mal lugar al régimen castrista.

Dos hechos parecen indiscutibles: que entre la población cubana hay amplias zonas de descontento y que el Gobierno impone tales limitaciones al ejercicio de la libertad que viola los principios de un Estado de derecho. Pero también es cierto que la tendencia predominante en los sectores de la oposición es la de abandonar la isla para incorporarse a la pequeña Cuba de la emigración, principalmente en Miami. Por ello la actividad opositora en Cuba se manifiesta sobre todo en protestas -que en ciertos casos han sido masivas- contra los obstáculos que la gente encuentra para salir del país. La existencia de dos comisiones de defensa de los derechos humanos, actuando ambas fuera de la legalidad, refleja esa realidad. La más radical, encabezada por Ricardo Bofill hasta su reciente emigración a la República Federal de Alemania, considera que Cuba es un "Estado policiaco-represivo, un país estalinista de viejo cuño". Las críticas de la otra -que lidera Elizardo Sánchez- son más comedidas; su objetivo es permanecer en el país, esforzándose por lograr un estatuto legal para una actividad crítica no extremista.

En ese clima, la llegada de la delegación a Cuba despertó en muchos ciudadanos descontentos esperanzas desmedidas. El número de quejas que han sido formuladas ante ella ha sido muy elevado, si bien referidas en su mayor parte a problemas de emigración. Por otra parte, la composición misma de la delegación -con nacionales de países en los que el respeto de los derechos humanos es probablemente inferior al de Cuba- no facilita un resultado que ponga de verdad en claro hasta qué punto esos derechos son respetados por el Gobierno de Fidel Castro. En marzo de 1989 se conocerá su informe, pero será difícil que su preparación escape a lo que ocurre en muchos casos semejantes: la búsqueda de compromisos que no susciten excesivas protestas de uno y otro lado.

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En todo caso, la presencia en Cuba de la delegación ha sido, sin duda, un hecho político más importante que el informe que redacte. Ha situado ante el Gobierno el problema de los derechos humanos en su verdadera dimensión, como algo que interesa, con plena legitimidad, a la comunidad internacional. Hoy se admite cada vez más a escala universal que la democracia, las libertades políticas, el pluralismo, son componentes necesarios del progreso humano. Comparando con los avances que en ese orden se perfilan en la URSS y en países como Hungría y Polonia, Cuba da la impresión de quedar a la zaga, cuando lo específico de su situación parece aconsejar lo contrario.

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