Las mil historias de 'Diario de invierno'
De la mano de Francisco Regueiro y de su Diario de invierno, el festival de San Sebastián, o al menos su apartado de filmes a concurso, nos ha ofrecido las primeras imágenes realmente perturbadoras y potentes, los primeros monstruos de ficción, capaces ambas cosas de sugerir mucho más aún de lo muchísimo que ya representan. Después de Padre nuestro, ya nadie podía dudar que Regueiro es el más directo heredero de la tradición buñueliana y Diario de invierno es una confirmación de ello.
Ahí está Terele Pavez encadenándose a su Vespino junto a la boca del metro y disponiéndose a pasar la noche con el solo abrigo de los hábitos y un pedazo de pan que guarda en la otra mano, la que le dejan libre las esposas. O Fernando rey, un padre-dios-delincuente de sed insaciable. O Eusebio Poncela de hijo-Caín-policía que guarda en la caja fuerte las cabezas de los crucifijos que decapita. Dios y Caín. Caín y Abel. El paraíso perdido, la infancia y el recuerdo idealizado de la misma, guardada por un muro de adobe, todos los tabús y traumas, incesto y parricidio, la explicación jungiana de la vida y la versión que da la sabiduría popular de los mismos hechos.Esta simple relación de temas e historias -que no es exhaustiva ni mucho menos- ya nos da una primera pista de cuál es el camino seguido por la película de Regueiro, trágica y humorística a un tiempo, a menudo delirante. Es imposible no sentirse fascinado u horrorizado por las imágenes e ideas que se van desgranando pero también es verdad que todo ese alud no llega a cuajar, a adquirir unidad. ¿Por qué? ¿Por exceso de ambición? Diría que el problema radica en que la realización no ha logrado fusionar todos los elementos que tiene en sus manos, que junto a secuencias que son perfectas de tono -Fernando Rey contando el descubrimiento de la penicilina como lo podría hacer cualquier héroe sentido del mejor western- hay otras en que el guión no halla su tratamiento idóneo, ni visual ni interpretativo, tal y, como sucede en el encuentro entre el mismo rey y Lilí Murati Pero esa es una opinión que puede estar muy influida por el ritmo mismo de un festival, que ya de por sí se basa en el exceso de imágenes y en el filme de Regueiro hay muchas más y mejore que en el resto de lo programado hasta el momento. Diario de invierno ha sido acogida con aplausos pero con una cierta reserva con la que a veces se dedica a las obras cuando sus enemigos se imponen a sus destellos.
Realidad y ficción
Dos películas muy distintas, británica una, vasca la otra, han venido a reivindicar la realidad de la calle como -la mejor fuente de ficciones. Se trata de Stormy monday, de Mike Figgis, y de Ander eta Yul, de Ana Díez, incluida en la sección oficial la primera, en la informativa la segunda. Stonny monday es un thriller con muchísimos elementos autobiográficos recreados por el director y guionista y situados en la Inglaterra actual. Como otros varios compañeros de generación, Figgis encuentra en la sociedad conservadora liderada por Thatcher el combustible de su indignación. En el filme, protagonizado por una estupenda pareja de perdedores encarnada por Melanie Griffith y Sean Bean, se habla de la dependencia británica para con Estados Unidos, de cómo un país se pone en venta y olvida todos sus ideales para atraer una inversión extranjera de naturaleza mafiosa.
El argumento de Stormy monday, su entramado de género, es un tanto previsible aunque está muy correctamente estructurado, pero el valor de la cinta está en el talento del director para captar los detalles de la época, en su crónica crítica de la actualidad. Además, el acabado técnico es espléndido, con una fotografía impecable, un estilo de montaje muy moderno -una idea de puzzle que permite despreocuparse de la "sutura" entre los planos- y una estupenda banda sonora.
La apuesta de Ander eta Yul es de otro orden y exige un tipo de calificativos que, por su subutilización, han sido desprestigiados. Ander eta Yul es una película valiente, de un enorme valor cívico, que aborda un tema candente y lo hace sin tópicos ni maniqueísmos. En ella se habla de la actualidad vasca, de ETA y de su campaña de asesinatos que tienen como víctimas a los traficantes de drogas. En ese contexto viven Ander y Yul, dos viejos amigos, ex seminaristas, enganchados ambos a un destino desastroso, convertido Ander en camello incapaz de organizarse la vida al margen del negocio de la venta de heroína, transformado Yul en criminal que sólo en la muerte encuentra sentido a la vida. El filme tiene un magnífico guión, que manejando muy pocos elementos consigue explicar los personajes, el origen y las razones de su fanatismo o desengaño así como las relaciones que les unen entre sí. La realización, de extrema sobriedad y precisión, evita cualquier "ruido" innecesario, huye de demagogias o espectacularidades, se centra en las personas y su mundo. Los actores Miguel Munarriz y Carmen Pardo viven una de las más hermosas historias de amor rodadas últimamente en España, un encuentro sin futuro que testimonia la imposibilidad de situarse al margen de un enfrentamiento absurdo, de un fanatismo que lo invade todo y obliga a las personas a definirse a partir del miedo.
Ana Díez, la directora de Ander eta Yul, es una debutante en el campo de la ficción e irrumpe con esta película en un panorama en el que las potencialidades de¡ cine como revulsivo han sido muy olvidadas.
Babelia
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