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Reportaje:

Cómo fabricar un demócrata

Augusto Pinochet, el general que más tiempo ha permanecido al frente del Ejército chileno y el dictador que más años ha mantenido el poder en la historia de ese país, acaba de anunciar al mundo que él también es un demócrata. Todo autócrata tiene su pequeño demócrata escondido, como todo duro puede ser en el fondo tierno."Yo soy un demócrata y tengo el mayor interés en que mi país logre la democracia que hemos definido", declaró Pinochet el pasado domingo en la primera entrevista que otorga como candidato único en el plebiscito del próximo 5 de octubre. La frase, junto a un cambio en el tono de su discurso, su indumentaria de paisano y gestos como el levantamiento de los estados de emergencia y el regreso del exilio, forma parte de una táctica predefinida por los estrategas del régimen y diseñada por los asesores de imagen del candidato militar.

Encuestas

Las encuestas, supremos oráculos del cambio político, han centrado la atención de los dos bandos en disputa en una estrecha franja de indecisos que serán los que, con sus votos, elijan un modelo de sociedad para la próxima década. Se calcula que alrededor de un 20% de los votantes ya inscritos aún no sabe cómo votará. Este porcentaje, en un contexto de leve pero clara ventaja del no sobre el sí, se ha convertido en el objetivo central de las últimas semanas de campaña. Según los sondeos, una gran parte de los indecisos cree que Pinochet ha gobernado ya por mucho tiempo, quiere un cambio de Gobierno y prefiere la democracia a la dictadura. Pero, en cambio, teme la inseguridad de un hipotético caos tras la caída del dictador y preferiría ver a un hombre fuerte en el Gobierno antes que a un político débil, sujeto a todas las presiones.Las encuestas, además, coinciden en que si las fuerzas armadas y la oposición moderada hubieran encontrado un candidato de consenso, éste habría ganado por una amplia mayoría.Pinochet no es un hombre de consenso; más bien encarna todas las contradicciones y odios latentes en la sociedad chilena, pero ha decidido suavizar su perfil y presentarse como el hombre que a esos indecisos les gustaría: firme en sus convicciones, pero moderado; de lenguaje claro, pero conciliador; un poco autoritario, pero de convicciones democráticas.

"Ciertas coyunturas desfavorables obligan a dar rodeos para evitar obstáculos", ha dicho Pinochet. Pero, corno buen oficial, ha agregado: "En la ciencia militar, cambiar de objetivo es un error monumental. Un principio estratégico básico enseña que debe concebirse un objetivo claro y mantenerlo pase lo que pase". Esta frase es de 1982. Un año más tarde, Pinochet dio un ejemplo brillante al convocar a un grupo de líderes opositores a dialogar en momentos de alta presión popular en su contra. El denominado diálogo dio un respiro a Pinochet, acabó con las protestas, y al año siguiente todo siguió igual que antes.

Ahora Pinochet necesita que al menos un pequeño pero decisivo porcentaje de los votantes le crea su transmutación en demócrata. Pero más importante es que la oposición y el pueblo chilenos han obligado a un dictador que nunca ocultó su desprecio por la disidencia a tenerla en cuenta y a responder, aunque sea a medias, a las ansias de libertad y cambio. Como un fino político que comprende el poder de las imágenes, Pinochet ha decidido travestirse en demócrata y arriesgarse a fondo para conseguir un objetivo muy poco democrático: completar 23 años en el poder.

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