La paz austral
LOS COMBATES han cesado anteayer en Angola. Noticia trascendental en un mundo en el que los progresos de la paz son notables. Ha sido el principal acuerdo de la reunión celebrada en Ginebra por los delegados de Suráfrica, Cuba y Angola, con la mediación de EE UU. La decisión de cesar las hostilidades va acompañada por el acuerdo de retirada de las tropas surafricanas y cubanas de Angola, por una parte, y la evacuación surafricana de Namibia, por otra. En este último país habrá elecciones libres en junio de 1989, supervisadas por la ONU. Ello supondrá, probablemente, el acceso al poder del movimiento de liberación de Namibia (SWAPO).Las negociaciones que han desembocado en este resultado han sido sorprendentemente rápidas, si bien fueron precedidas de años de gestiones más discretas. El papel mediador de EE UU ha sido fundamental. También la actitud de la URSS, que ha convencido a sus aliados cubanos de la necesidad de poner fin a una presencia militar sin sentido en la actual fase internacional. Los acuerdos de Ginebra reflejan un fenomeno general: la renuncia por parte de las dos superpotencias a considerar cada conflicto regional como un episodio del choque mundial entre dos bloques militares e ideológicos. Ello facilita la búsqueda de soluciones concretas, negociadas según las circunstaribias de cada caso.
En África austral se entremezclan problemas muy distintos. Desde hace 13 años, el régimen angoleño sufre ataques tanto interiores, de las guerrillas de la UNITA, como externos, por parte de los surafricanos. UNITA ha anunciado que por ahora no depondrá las armas. Ese problema queda pendiente, si bien el nuevo marco de los acuerdos de Ginebra creará, sin duda, posibilidades para una solución política. Pero la guerra en Angola se enlaza con la presencia de tropas cubanas, cuya ayuda ha sido decisiva para el mantenimiento del régimen de Luanda. Y por otra parte está el problema de Namibia, con raíces históricas distintas, pero que no puede desligarse de los otros.
Namibia se halla ocupada por los surafricanos, en violación total del derecho internacional. Hasta ahora Pretoria ha ignorado todas las decisiones de la ONU sobre la independencia de Namibia y sobre los pasos para llevarla a cabo. Ello subraya la importancia del actual compromiso asumido por Pretoria de retirarse de ese país. Para Angola se crea una perspectiva nueva: tener en el Sur, en vez de tropas surafricanas, que además invadían su territorio, un país amigo gobernado por su población negra. Lo que priva de razón de ser la presencia de tropas cubanas.
Después del acuerdo de Ginebra quedan, además del ya citado de UNITA, otros problemas pendientes. Para estudiarlos habrá una reunión el 22 de agosto, y sería ingenuo pensar que no van a surgir dificultades en un proceso pacificador tan complejo como el que ha sido diseñado. Pero una vez calladas las armas, todo resulta más fácil. Por otra parte, el acuerdo de Ginebra hubiese sido imposible sin una evolución interesante en la política de Luanda y de Pretoria. En el primer caso, el predominio de los sectores pragmáticos empuja hacia soluciones que, aparcando el dogmatismo revolucionario, faciliten el desarrollo del enorme potencia económico del país con colaboraciones occidentales. En el caso de Pretoria subsisten zonas oscuras: Batha quiere combinar una política de buena vecindad hacia fuera con el mantenimiento del odioso apartheid. Empresa diricil: contra él se ha levantado ya una fuerte oposición a su derecha que se niega- al abandono de Namibia. Ese abandono será un momento decisivo para el futuro de Suráfrica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.