Un cineasta inteligente y sensible
Haber dirigido las versiones cinematográficas de Picnic, Bus Stop, South Pacijic, Fanny, Camelot o Paint Your Wagon -conocida entre nosotros como La leyenda de la ciudad sin nombre- no ha bastado para que Joshua Logan figure en las enciclopedias como director de cine, encadenado su prestigio a una larga y brillante carrera teatral que alternó con éxito con el rodaje de filmes que, muy a menudo, partían de grandes éxitos de Broadway.Aunque debutó en 1938 con I Met My Love Again, Logan no se convirtió en un profesional de la imagen hasta 1955, cuando transformó a William Holden en un auténtico mito erótico a través de Picnic. En dicha obra el actor es la encarnación del deseo y de la libertad sexual, la figura opuesta del repeinado Cliff Robertson, el joven heredero al que parece estar destinada Kim Novak, otra estrella de la animalidad erótica.
Holden, que resultaba algo mayor para el papel, destila una sensualidad muy convincente ypoderosa que trastorna a todas las chicas de la pequeña ciudad inventada por William Inge. Con la ayuda de Daniel Taradash, Logan dio mayor importancia al contexto y a los ritos festivos, que no se utilizan como mero pretexto con el que airear la obra, sino como auténticas metáforas premonitorias de lo que va a suceder. El éxito del invento y de la versión de Logan dio pie a una serie de filmes que repetían la fórmula, desde El largo y cálido verano hasta A Summer Place, pasando por Peyton Place.
La acusación que pesa sobre toda la obra de Logan es la de "teatralidad", adjetivación un tanto absurda si pretende tener carta peyorativa. En cualquier caso, está justificada en el caso de Bus Stop (1956) aunque ello se deba a la manera en que el guión de George AxeIrod opta por dispersar la acción al "airearla" sacándola del bar en el que Marilyn Monroe (Cherie) es la reina de todos los sueños masculinos. Rodada inmediatamente después de Picnic, la película sufre de su carácter de contrafigura o de repetición invertida. Si Fanny (1961) es un Pagnol demasiado hollydowense y, aunque sea divertido, tiene muy poco que ver con el original literario y con el espíritu de la época, Camelot (1967) es un muy arriesgado y hermoso trabajo que pone en contacto la mentalidad hippy y la leyenda artúrica, la pureza de Lancelot y Ginebra con un amor vivido sin culpabilidad. En este musical de Lerner y Loewe los protagonistas fueron tres actores no especializados en musicales, concretamente Franco Nero, Richard Harris y una extraordinaria Vanessa Redgrave.
El resultado de esta conjunción de actores es de una extraña credibilidad y quizá esa sea la razón de que Logan reincidiera en el experimento y reuniera en Paint Your Wagon (1969) a Lee Marvin, Jean Seberg y Clint Eastwood para una recreación musical de la conquista del Oeste. Tanto Camelot como La leyenda de la ciudad sin nombre son musicales operísticos, casi desprovistos de coreografía y de grandes números de baile en decorados fantásticos.La época, enterrados ya los grandes estudios, no hizo posible que Logan volviera a intentar una planificación más aérea, como la de South Pacific (1958), una película menos apreciada, quizá porque a todos se les fue la mano a la hora de espolvorear de azúcar el pastel.
El prisma crítico que exige encontrar en la obra de un profesional una serie de trazos comunes a toda ella, tanto estilísticos como temáticos, para que merezca la categoría de artista y autor, poco puede aportar en el caso de Logan, un cineasta inteligente, delicado y sensible -tuvo graves problemas médicos derivados de su carácter-, que sabía dirigir a sus actores -Red Buttons y Miyoshi Umeki ganaron el Oscar por Sayonara- y dar a la imagen una extraña sensación física.
Babelia
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