'Sí', mi general
De triunfar el 'sí' Pinochet seguirá hasta 1997, si gana el 'no' habrá elecciones un año después
Poco a poco ha subido la temperatura de las campañas previas al plebiscito de sucesión presidencial en Chile, a pesar de que ni la fecha, ni el candidato, ni la pregunta que se hará están definidos exactamente todavía: el régimen espera el momento más oportuno. Un miembro de la Junta, el almirante José Toribio Merino, ha sido más preciso. Dijo que la fecha del plebiscito será en el "mes de María", entre el 8 de noviembre y 8 de diciembre.
Las elecciones en sindicatos, colegios profesionales y universidades se transforman en afrontes en que se miden el sí y el no. Caravanas de automovilistas de ambos bandos recorren Santiago los fines de semana, unos con fotos del casi seguro candidato oficial, el general Augusto Pinochet, y otros con letreros tricolores -rojo, blanco y azul, los colores de la bandera chilena, que dicen no-, los símbolos en disputa.Pese a las restricciones, la represión y el estado de excepción, Chile vive un clima preelectoral. Hasta la televisión se abrió a foros políticos, inéditos durante la dictadura, en que aparecen los líderes opositores. Ambas campañas definieron sus objetivos: la del sí, convencer y atraer a los indecisos, acentuando el temor por un eventual regreso del marxismo; la del no, inscribir la mayor cantidad de gente posible en el censo electoral, para evitar el fraude.
Frente a un resultado que gobernantes y opositores consideran en privado que será estrecho, cada voto puede ser decisivo. Está en juego el destino del país para los próximos nueve años. De triunfar el sí, con Pinochet de candidato, éste prolongará su Gobierno hasta 1997. De perder, habrá elecciones presidenciales con candidaturas abiertas un año después del plebiscito.
En el comando de la campaña del sí, ubicado en el restaurado palacio presidencial de La Moneda, se confía en las denominadas mayorías silenciosas, que desean estabilidad, para alcanzar el triunfo. El intendente (gobernador) de Santiago, general Sergio Badiola, declara a EL PAÍS no estar inquieto por los resultados adversos para los partidarios del régimen en las elecciones de sindicatos y universidades: "La gente que está por el orden y la tranquilidad a veces no participa de estos actos", replicó, y aseguré que "una inmensa masa ciudadana apoyará el sí".
En la mayoría de las encuestas, el no obtiene un 38%. frente a un 23% de los partidarios de Pinochet. El resto (39%) son indecisos, no contestan o se abstendrán de votar. Aunque lo más probable, según admiten los expertos electorales de la oposición, es que muchos de los indecisos, después de casi 15 años de dictadura, terminen votando sí. Sólo las encuestas encargadas por el régimen dan vencedor al general, por amplia mayoría.
Éxitos y fracasos
Los éxitos de la campaña del sí, al obligar a la oposición a aceptar el plebiscito e inscribir sus partidos en la legalidad oficial, están empañados por las vacilaciones, quiebras intemas, debates con la Junta de Gobierno y el temor en los círculos financieros por una derrota, que se ha reflejado en la fuerte tendencia alcista del dólar paralelo y la caída de la bolsa local.
El primer fracaso de la campaña oficial fue el año pasado. Funcionarios del régimen estudiaron anticipar el plebiscito, pero la Junta declaró que éste debía efectuarse con seis millones de inscritos en el censo electoral. El miembro de la Junta y jefe del Ejército del Aire, general Fernando Matthei, ratificó esta decisión esperando hasta este mes para inscribirse en el censo.
La Junta, hasta ahora, se abstiene de participar en la mayoria de los actos de apoyo a Pinochet. Dentro de las fuerzas armadas, el protagonismo de la campaña está en los altos mandos de¡ Ejército de Tierra. En la comisión que supervisa la campaña participan dos generales, Santiago Sinclair y Sergio Valenzuela. El general Badiola, que recorre las barriadas de la capital haciendo campaña, sostiene que su labor es "política pura, de agradecimiento a la labor social del Gobierno". El general Luis Serre va más allá. Según él, Pinochet es el mejor candidato, porque "representa todos los valores que la ciudadanía necesita".
Las otras ramas de las fuerzas armadas prefieren una discreta presencia, tal vez porque las encuestas encargadas por ellos muestran un insuficiente apoyo a Pinochet que oscila entre el 31% y el 34%. La inquietud sobre el resultado no ha llegado hasta el corazón del régimen. Cuando Matthei dijo que prefería elecciones libres a un plebiscito, en declaraciones que fueron interpretadas como un salvavidas arrojado a Pinochet, el ministro Fernández se apresuró a descartar una reforma a la Constitución y sostuvo que el plebiscito está absolutamente vigente".
Los inscritos en el censo electoral superaron los seis millones de personas en mayo, y a fines de junio podrían llegar a 6,5 millones, número fijado por la oposición como mínimo indispensable para que el plebiscito tenga validez. Los opositores confían que con este número de inscritos la mayoría se inclinará por el no. Una reciente encuesta de un instituto de investigación opositor mostró que entre los inscritos en el censo electoral los partidarios del sí aventajan a los del no por dos puntos, un virtual empate.
División derechista
Mientras Pinochet no se sienta derrotado, mantendrá el mecanismo plebiscitario para la sucesión presidencial. Los avances de la oposición han conmovido más a la derecha y a la Junta que al Gobierno. Renovación Nacional, la más amplia coalición política pinochetista formada bajo la dictadura, se dividió hace poco debido a diferencias en el grado de respado a Pinochet. Otro recurso del régimen fue invalidado por la Junta. Cuando Pinochet acusó a la oposición de que su triunfo llevaría al país al caos, la Junta -más preocupada por la supervivencia del régimen y de su Constitución- negó que el no signifique anarquía.
Pero las dificultades de Pinochet no garantizan una victoria opositora. Cuando comience la recta final de la campaña, los publicitarios del régimen recurrirán a su mejor arma, que, según ellos, inclinará a los indecisos: una campaña del terror sobre lo que fue el Gobierno de la Unidad Popular, combinada con medidas de beneficio económico para los sectores de menores ingresos.
Buscando el rostro amable de Pinochet
"Y hoy, ¿qué le prohibieron hacer?", pregunta uno de los numerosos avisos desplegados por el régimen en las páginas de los diarios oficialistas. "Su Gobierno, la dictadura", ironiza la publicidad. Invita a los chilenos a contestar francamente esta pregunta. El anuncio responde al final con toda seriedad: "No le han prohibido nada".Los estrategas de la campaña de Pinochet han fichado a los más conocidos presentadores de la TV que aparecen en breves anuncios afirmando que están por el si o explicando las bondades de la democracia establecida en la Constitución. La campaña oficialista tiene hasta una vedette, Magaly Acevedo, que baila ligera de ropas la cumbia del si en los actos de la precampaña. Acevedo, Miss Busto 1986, declara sin complejos su inclinación: "Pinochet es un yayo (abuelo) amoroso".
La televisión ofrece una imagen paternalista de Pinochet, en la medida que ello es posible; cuando inaugura casas, puentes, escuelas, aparece casi invariablemente vestido de paisano besando niños, abrazando mujeres, estrechando manos de ancianos.
En un acto reciente, en la norteña ciudad de Iquique, los oradores llegaron a pedir el premio Nobel de la Paz para su esposa, Lucía Hiriart, que apoya su campaña a través de miles de voluntarias que integran instituciones de beneficencia social. Su escenario favorito son las provincias, donde va al menos una vez por semana, y como allí se siente cómodo, ataca a los políticos y asegura que su Gobierno no es una dictadura.
Por eso Pinochet dejó la dirección de su campaña en manos del ministro del Interior, Sergio Fernández, quien lo llevó al triunfo en el plesbicito de 1980 -que aprobó la actual Constitución- considerando fraudulento por toda la oposición. La campaña no podía ser conducida por líderes de partidos políticos, después de la crítica sistemática que Pinochet les ha hecho. Su decisión dejó algunos heridos dentro de la dividida derecha pinochetista.
El presidente de Renovación Nacional, Sergio Onofre Jarpa -ex ministro del Interior del régimen- se quejó: "Mucha gente que está por el sí podría ayudar siempre que se le den las condiciones, que se le permita trabajar en sus propias organizaciones y sin depender de funcionarios públicos".
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