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La artista autofabricada y el creador precoz

Los Premios Nacionales de Música fueron adjudicados en el día de ayer a la soprano Montserrat Caballé (Barcelona, 1933) y al compositor y director José Ramón Encinar (Madrid, 1954). Hace pocos días que Montserrat recibía en el teatro de la Zarzuela un homenaje nacional, que alcanzó dimensiones internacionales, como altísimo exponente de la mejor tradición lírica española.Desde que su voz sonó por primera vez en el teatro del Liceo el año 1953 hasta el boom de 1965 con la Lucrecia Borgia de Nueva York, el primer tramo biográfico de Caballé fue un incesante y difícil trabajar. Nada le fue regalado a nuestra cantante, aun cuando en su ciudad contara con adhesiones tan efectivas como la de José Antonio Bertrand y en Madrid con la del director de Relaciones Culturales José Miguel Ruiz Morales.

Más información
Montserrat Caballé y José Ramón Encinar, premios nacionales de Música

Montierrat Caballé se hizo a sí misma; autofábricó a la artista, desarrolló cuanto llevaba dentro de sí, esto es, "el alma de la música", como se dijo en su día de Maria Malibrán; los públicos de todo el mundo han construido el mito: esa humanidad cordial, esa técnica virtuosística, ese filar las notas en pianísimos aéreos como venidos de otros ámbitos y ese encarnar la psicología y el drama de cada uno de los personajes que representa.

Montserrat Caballé significa la puesta al día de la diva legendaria de otros tiempos. Su repertorio, en ópera y en lied, es interminable; su vocación de servicio a los autores españoles, con Falla, Mompou, Rodrigo y Toldrá en cabeza:, no decae un instante. Bien merecido tiene el Premio Nacional nuestra Montserrat Caballé como reconocimiento oficial de las múltiples y nunca acalladas ovaciones.

José Ramón Encinar

Por vez primera recibe el Premio Nacional de Música un compositor de la generación de 1961, la última afincada en el escenario musical español.

Madrileño, formado aquí y en Italia con Franco Donatoni, la carrera de Encinar fue temprana, casi precoz, tanto como creador cuanto como intérprete que cada día supo descubrir nuevos pentagramas al frente de su grupo Koan.

En 1973, su obra Cum plenus forem enthousiasmo llamó la atención en la tribuna internacional de compositores de la Unesco. A partir de ese momento la inventiva del músico nocesé hasta alcanzar recientemente una cumbre alta en la ópera Fígaro, representada por el Teatro Lírico Nacional en la sala Olimpia de Madrid el pasado 30 de marzo y en la que el autor desarrolla un bellísimo proceso inquisitivo sobre las figuras de Fígaro y Beaumarchais.

Hay premios que representan punios de parada; el de Encinar vale como un nuevo impulso en el desarrollo de su personalidad y en el de la música española.

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