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Revolución y reacción en el cine actual

Las 'rupturas' ideológicas y formales del año 1968, en un libro de la Filmoteca de Valencia

A finales de marzo, la Filmoteca de la Generalitat de Valencia publicó un libro de autoría colectiva, Los años que conmovieron al cinema, que trae a primer término una cuestión de la historia del cine actual que parece estar olvidada aposta, enterrada como se entierran los malestares o los trapos sucios. Se trata de la radicalización política y formal (son fenómenos inseparables) que experimentó el cine, sobre todo el europeo, a finales de los años sesenta. Sucedió a esta efervescencia izquierdista un repliegue al conservadurismo formal e ideológico (también inseparables). Dos décadas después hay tímidos indicios de que algo comienza a cambiar.

Las rupturas del 68 es el subtítulo del volumen. Se trata de un subrayado inexacto, pero útil como reclamo, por el empleo como fetiche del año 1968 y sus rupturas, que son más conclusiones que comienzos. No obstante, pese a su esquematismo y su inexactitud, la referencia a 1968 sirve para dar a entender al lector por dónde van las búsquedas de los diversos ensayos que componen el libro, algunos de mucho interés, como interesantes son los documentos de la época, que el libro contiene en abundancia.Las tendencias renovadoras no proceden en rigor de la fecha indicada, ni en ella se produjeron rupturas que no estuviesen, al menos potencialmente, contenidas en la obra de cineastas de la década precedente, que es de donde proceden las convulsiones que experimentó el cine en aquel, tiempo. Manuel Vidal Estévez lo recuerda en su notable aportación al volumen: "La década de los sesenta trajo consigo multitud de búsquedas. (...) Fueron años de febril contestación ideológica e intensa conmoción social prácticamente en todo el mundo Años que se recuerdan en una fe cha emblemática convertida en tópico: Mayo de 1968".

Nombres propios

Antes que nombres propios, la ruptura tuvo etiquetas: los movimientos de los nuevos cines, cuya génesis es compleja y no siempre igual en todos los casos, pues se osciló en ellos desde la originalidad al mimetismo. Y algunos islotes dificilmente clasificables, como Michelangelo Antonioni (si un reproche se puede hacer a este libro es el escaso espacio que da al estudio de la obra de este cineasta italiano, obra que se revela tanto más básica cuanto más se nos aleja en el tiempo), Jean-Luc Godard, Alain Resnais, Jean-Marie Straub, Alexander Kluge, Glauber Rocha, Nagisa Oshima, Ruy Guerra, André Delvaux, Miklos Jancso, Jacques Rivette, Marcel Hanoun, Theo Angelopoulos, Rainer Wender Fassbinder, entre otros cineastas estudiados por Vidal Estévez y José Luis Téllez, además de en las colecciones de documentos compiladas por Julio Pérez Perucha y José Manuel Palacio.El empeño de estos y otros cineastas en su búsqueda -con frecuencia excesiva, en la medida en que lo buscado se les hacía en tre las manos rebuscado- por tender caminos entre las luchas políticas y la libertad formal del cine fue tan intenso que en algunos momentos llegó a los alrededores de la saturación, y ello provocó, al menos en parte, la contestación a los contestadores, el vacío que les siguió, y que condujo de la avalancha rupturista a la resaca conformista sin apenas transición, casi de golpe.

El vacío creado por aquel exceso facilitó las cosas a un cine cada vez más conservador ideológicamente y más convencional formalmente. Bajo el lema del Retorno a los clásicos, con frecuencia falaz, en los años comprendidos entre 1970 y 1985, el cine reaccionó contra el ya exangüe aliento transformador, entrando en una era de conformismo sólo comparable a la desertización del cine de izquierda que provocó en Hollywood la escoba para barrer fascistas empleada por el senador McCarthy en los años cincuenta.

Esto ha conformado el tronco conservador, por reacción reaccionario (ahí está el cine reaganista y sus secuelas), de la pruducción en los últimos años, tanto en Europa como en Estados Unidos, pero sobre todo en es último país, donde la obsesión por el espectáculo, los método formalmente simplificadores derivados de la competencia con televisión, la hipertrofia de la autoría de la producción (buen ejemplo es la trayectoria Spielberg) y la obsesión por explotación intensiva han elevado la temperatura conformista dado lugar a una epidemia cine conservador y de consumo fácil, que es el pan cotidiano las pantallas en los últimos años.

Pero algo parece moverse Síntomas: la fuerza del cine in pendiente norteamericano y aparición en él de inquietudes sobre el lenguaje (compartidas incluso por independientes tan talados como Scorsese y Coppola); la persistencia en su lucha por la investigación formal de algunos cineastas europeos (Goddard, Angelopoulos, Scola); reciente incorporación al cine europeo del cine ruso libre (Klimov, Guerman, Mijalkov); algunos residuos (como Oshima Yoshida o Imamura) del cine clásico japonés; y destellos (los más recientes, en Argentina, el Reino Unido, Yugoslavia y la Un¡ón Soviética) de conexión entre luchas sociales y las estéticas de unión entre el empeño fílmico de conmover al mundo y el empeño político de moverlo.

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