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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gana Nicaragua

EL ACUERDO firmado en Sapoá por el Gobierno nicaragúense y la contra anuncia el fin de una guerra fratricida que ha causado ya decenas de miles de muertos. En un acuerdo así, no hay vencedor ni vencido. El vencedor verdadero es el pueblo de Nicaragua, que tanto ha sufrido a causa de las hostilidades. Su anhelo más profundo es que termine el derramamiento de sangre y que, con la paz, pueda iniciaxse una mejoría en la situación económica angustiosa que padece. Aunque el acuerdo de Sapelá fija un alto el fuego de dos meses, lo importante es que estipula la reunión en Managua, el 6 de abril, de las dos partes, al más alto nivel, para negociar el alto el fuego definitivo.

Lo primero que resalta del texto firmado en Sapoá es el papel decisivo que ha desempeñado el acuerdo Esquipulas 2 para cambiar las condiciones del conflicto nicaragnense. Sapoá no hubiese sido posible sin la decisión de Daniel Ortega, en agosto de 1987, de asumir seriamente los compromisos de Esquipulas. Gracias a ellos, en cambio, se ha superado la contradicción -inicialmente insoluble- entre los sandinistas y la contra, ya que los primeros sólo querían negociar el alto el fuego y los segundos exigían -una negociación política sobre la democratización. Pero el Gobierno de Nicaragua ya se había comprometido en Esquipulas a efectuar la democratización, y había empezado a cumplirlo. Por tanto, la sustancia de lo que había que resolver en Sapoá era el mecanismo para poner fin a la guerra, reinsertar en la vida civil y política a los hombres de la resistencia, incluida la amnistía. Los problemas puramente políticos son discutidos en el diálogo nacional entre el Gobierno sandinista y los partidos legales de oposición, diálogo al que pronto podrán incorporarse delegados de la contra.

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Daniel Ortega ha dado pruebas de realismo para salir de posturas rígidas sobre cuestiones de procedimiento. Una vez tomada la decisión de negociar, lo mejor era hacerlo cara a cara y entre personas capaces de decidir. Esas cuestiones tenían un valor secundario una vez que el sandinismo estaba dispuesto a llevar a cabo la democratización, en cumplimiento de Esquipulas 2. Los que, como el presidente Reagan, han repetido durante los pasados meses que las medidas de Daniel Ortega eran un engaño, unos cambios cosméticos", han quedado al margen de la realidad.

Pero no es casual esta actitud de la Casa Blanca: cerraba los ojos ante la evolución del sandinismo porque su objetivo real ha sido siempre derribar al Gobierno legal de Nicaragua mediante la lucha armada de la contra, política que ha sufrido serios reveses incluso dentro de EE UU. Al debatirse en el Congreso la ayuda militar a la contra, el argumento de Reagan fue que el rechazo de tal ayuda, al reforzar a los sandinistas, les alejaría de la negociación. Ha ocurrido exactamente lo contrario. El reciente envío de tropas de EE UU a Honduras, tomando como pretexto un incidente fronterizo desorbitado por Washington, no podrá contener la grave erosión que está sufriendo la política de la Administración con respecto a Nicaragua.

El acuerdo de Sapoá es el paso más importante dado en los últimos años hacia la paz en Centroamérica. Confirma el acierto de los esfuerzos, primero, del Grupo de Contadora; después, del plan Arias y Esquipulas 2, enfilados a una solución de carácter regional. América Latina en su conjunto ha apoyado esos esfuerzos y la diplomacia española ha desempeñado un papel esencial para que la Comunidad Europea sostenga ese proceso de paz. El inminente viaje del presidente González sería una ocasión magnífica de dar un nuevo impulso a esa política. Ocasión en gran parte perdida. Una receptividad excesiva a observaciones de EE UU determiné que Managua quedase fuera del itinerario. Y luego otras capitales. Cabe lamentar una actitud que difícilmente contribuirá a realzar el papel de España en Centroamérica.

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