La organización de la latinidad
En un universo abandonado a lo que Jack Lang, el entonces ministro de Cultura del presidente Mitterrand, llamaba "el laminado de las identidades culturales por la formidable apisonadora de las industrias culturales americanas", un solo grupo de naciones -aparte de los Estados comunistasse atreve a resistir, aunque sea un poco, la arrolladora marea estadounidense: los países "que tienen en común el uso del francés", generalmente llamados francófonos.Tal resistencia no está todavía racionalmente organizada ni siempre es realmente consciente. Pero, por el sólo hecho de existir humaná, cultural y, sobre todo, políticamente -después de las cumbres de París (1986) y de Quebec (1987), a la espera de la de Dakar (prevista para la primavera de 1989)-, constituye un signo tangible de rechazo a la uniformización del mundo bajo el signo de Dallas y del habla angloamericano de los airport free-shops, en suma: del dólar-rey.
Y, como dice Charles Hélou, ex presidente libanés, ensayista, miembro del Haut Conseil International de la Francophonie (1): "¡Siempre habrá más dólares que francófonos!". Éstos se estiman, en 1988, en cerca de 500 millones de hablantes, repartidos en más de 40 países, donde el francés es la lengua materna o familiar, aunque raramente es la única. En Africa del Norte o en Líbano, el francés va a la par con el árabe; en el África negra y en Madagascar, junto a numerosos idiomas locales: en Mauricio, en Vanuatu, y en Canadá, con el inglés; en Haití y en las Antillas, con el créole, etcétera.
La mayoría de estas naciones ha conservado lazos privilegiados con Francia y en ellas el francés no es un idioma extranjero. Se trata de la francofonía propiamente dicha. A estos pueblos podríamos agregar aquellos que no participan del movimiento francófono, al compás de encuentros ministeriales o intelectuales, pero en los que el francés se expande tradicionalmente a través de la enseñanza y los lazos culturales: por ejemplo, las naciones latinas, desde Rumanía a Brasil, pasando por España.
Los productos culturales
Pero si los idiomas romances o latinos tuvieran que reagruparse en perspectiva al 2000, alrededor de 1.000 millones de hablantes, mayoritariamente hispanófonos gracias a América del Sur, no conforman una fuerza unida, organizada frente al angloamericano o, más bien, a los productos culturales norteamericanos, que amenazan difuminar, hacer desaparcer a determinado plazo, por su sola capacidad de difusión, las identidades latinas.
La francofonía por sí sola, por más dinámica que sea, en Quebec, en el Magreb, en el Oriente Próximo, en África y en la Europa de lengua materna francesa (Francia, Wallonie, la Suiza romanda, Luxemburgo, el valle de Aosta (2), Mónaco) no podrá conformar un baluarte cultural sólido frente a la americanización, de no ser mediante la unión del conjunto de la latinidad.
El mero inicio de organización de la francofonía despertó ya cierta inquietud en los medios económico-financieros ,americanos, que, mediante su Prensa, trataron de descalificar las cumbres francéfonas asimilándolas a reuniones de Marie-Chantal (3). La puesta en marcha de un movimiento latino internacional -que incluso en Francia algunos tratan de impedir evocando el fantasma de sabe Dios qué latinidad a la Mussolini- daría, por cierto, aún más motivo de reflexión a aquellos que, del otro lado del Atlántico, con fines puramente mercantiles, alimentan a todo caudal el flujo de los productos culturales americanos hacia Europa occidental (y el resto del planeta), sin reciprocidad.
Si bien la mayoría de las hermanas latinas de Francia -con notables excepciones como Portugal, Colombia, Uruguay, Brasil- no trataron en estos últimos años de desarrollar sus intercambios culturales y lingüísticos con la francofonía; tampoco Francia, por su parte, jugó hasta ahora la carta latina, al dejar languidecer la enseñanza de español e italiano en el hexágono, incluso en el mediodía francés, en beneficio del inglés.
Sin embargo, no caben dudas de que el camino, por más corto que sea entre francofonía y latinidad, de llegar a ser recorrido alguna vez, será una ardua tarea. Serían tantos los intereses mundiales que se opondrían.
1. Consejo Superior Internacional de la Francofonía. Institución de Derecho Francés, pero de composición internacional, que agrupa, bajo el auspicio de François Mitterrand y Léopold Senghor (ex jefe de Estado de Senegal y académico francés), a unas 30 personalidades francófonas que van desde el cineasta egipcio Yussef Chahine a la novelista canadiense Antonine Maillet, pasando por el cantante carnerunés Francis Bebey y el poeta marroquí Thar Ban Jelloun (premio Goncourt 1987, en París).
2. Región autónoma de Italia del norte, donde viven alrededor de 100.000 francófonos.
3. Arquetipo de la mujer esnob.
Jean-Pierre Péroncel-Hugoz es responsable de la sección Francophonie en el periódico Le Monde, París. Traducción: Jorge Onetti.
Babelia
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