España, una sociedad peculiar en la Europa de los úItimos 50 años
Sin caer en la frase tópica de que España es diferente" los acontecimientos de los últimos 50 años han conferido a nuestro país unas características especiales, bastante diferentes del resto de los países europeos occidentales. Si no se entienden estos hechos diferenciales, mal se puede entender el comportamiento de la sociedad española.La revolución soviética de 1917, cuyo 702 aniversario se ha celebrado recientemente, produjo un profundo impacto en la sociedad de su tiempo, dividiéndola frontalmente en dos sectores antagónicos: por un lado, las clases conservadoras y gran parte de las clases medias, opuestas a la revolución proletaria y con el temor de que aquella experiencia revolucionaria pudiera trasladarse a sus respectivos países. Por otro lado, las clases proletarias y algunos intelectuales que vieron al fin la consecución de la patria de los trabajadores, después de la toma del poder por Lenin.
Con el paso del tiempo se produce un cambio en la misma izquierda según van llegando noticias de la Unión Soviética y de la visita que intelectuales y políticos van realizando al país, como don Fernando de los Ríos, cuyos informes son desalentadores en algunos casos, produciendo en el seno de la izquierda posiciones a favor o en contra de la revolución soviética.
Divergencia
Pero no es hasta 1936, en el inicio de nuestra guerra civil, cuando la sociedad española inicia su divergencia con otras sociedades europeas. Desde el comienzo de la guerra se aprecia el claro alineamiento de las potencias que configuraron el Eje Roma-Berlín a favor de los rebeldes, ayudándoles con su cobertura diplomática, con envío de decisivo material de guerra y tropas de elite (Legión Cóndor, División Italiana, etcétera) que resultaron claves en el asentamiento de las posiciones del ejército franquista, después de que el golpe del 18 de julio quedara casi frustrado, al fracasar en su inicio en los principales núcleos vitales.
Frente a este decisivo apoyo de las potencias del Eje, los gobiernos democráticos, algunos con gobiernos de coalición del Frente Popular, como el francés, demostraron una gran frialdad, cuando no una. franca hostilidad, en contraposición de grandes movimientos populares en sus respectivos países en solidaridad con la República española. Ayudas como la prestada por la compañía norteamericana Texaco, suministrando productos petrolíferos a Franco sin problemas de pago inmediato, fueron también decisivas.
Si bien en un primer momento la actitud de Stalin fue vacilante, luego, poco a poco, jugó la carta del apoyo a la República, en ayuda material y de asesores militares, a pesar de las dificultades que entrañaban la distancia y el bloqueo ¡talo-alemán de los puertos republicanos. Esta ayuda, fundamental para la República, no impidió los denodados esfuerzos que hicieron los diferentes gobiernos de (5.sta para conseguir otros suministros y, sobre todo, para evitar la imagen de dependencia de la URSS que se estaba vendiendo a la opinión pública mundial. Pero los resultados fueron malos, en general, y las compras, caras, hechas a traficantes internacionales, quedaron bloqueadas muchas veces en la frontera francesa.
Durante la II Guerra Mundial, EE UU representó la esperanza de la liberación de los países sometidos a la ocupación nazi. Y en efecto, la ayuda prestada en los primeros momentos al Reino Unido y la propia intervención, después, en la conflagración fueron decisivas en la derrota del Eje. Posteriormente, cuando la caída del sistema democrático en Checoslovaquia y luego en plena guerra fría, al producirse el bloqueo de Berlín occidental, la presencia de EE UU significó la protección para los países occidentales, debilitados y gravemente afectados después de la guerra. El Plan Marshall fue un elemento decisivo en la reconstrucción europea y el prestigio de Estados Unidos llegó a las más altas cotas en el mundo occidental.
Pero en España la situación era muy diferente. En el interior los demócratas, que habían sufrido una gran decepción con el comportamiento de las democracias durante la guerra civil, habían vuelto a ilusionarse pensando que la caída del III Reich significaría también la caída del franquismo, tan ligado durante la guerra civil con los países del Eje. Y que durante la II Guerra Mundial Regó a tener el status de no beligerante, enviando una división a luchar en el frente ruso y formó parte, junto con Italia, Alemania y Japón, del Pacto Antikonfintern.
Guerra fría
En el exterior de España, una parte muy significativa. de los exiliados que quedaron en Europa lucharon codo a codo en los movimientos de liberación contra los nazis. Las fuerzas políticas en el exilio llegaron a un principio de acuerdo para la reinstauración de las libertades en España y existían acuerdos en ese sentido entre Gil Robles y Prieto.
Pero después de unos primeros momentos prometedores en este sentido, con la condena del régimen franquista en la ONU y con el abandono de los embajadores acreditados en Madrid, cuando parecía que era inminente el fin de la dictadura, la agudización de la guerra fría hace que se produzca un cambio en la estrategia y desde 1947 comienzan a estrecharse las relaciones entre EE UU y el Gobierno español, llegando, por fin, a la firma del Acuerdo Hispano-norteamericano de Amistad y Cooperación de 1953, lo que significó el respaldo internacional del régimen franquista y su estabilidad interna durante muchos años, produciendo otra vez la profunda frustración de los demócratas españoles.
La actual democracia española tiene que ser heredera de todos los acontecimientos de la historia reciente y pasada de este país. Pero es innegable que con un sistema democrático parlamentario tiene que sentirse mucho más cerca de la 11 República, aun reconociendo sus errores, que del franquismo, que fue un sistema dictatorial en permanente ataque a las libertades públicas.
En el contexto de la historia última de Europa, nos ha tocado a los españoles tener unas relaciones frustrantes durante mucho tiempo con los países occidentales, y la sociedad española tiene una visión diferente de la historia que la que tienen la mayoría de los países europeos occidentales. Por ello, el papel desarrollado por EE UU tiene también una lectura diferente, según se mire desde España o del resto de los países europeos, lo cual no quiere decir que los españoles no estemos firmemente decididos a integrarnos en las estructuras occidentales, donde encontramos nuestra identidad y reconocemos un destino común, sin renunciar a nuestras características.
Estas peculiaridades de nuestra historia y sus consecuencias en la opinión pública española tienen que ser valoradas en las actuales negociaciones para la instauración de un nuevo tratado de cooperación hispano-norte americano y en otras relaciones con nuestro país, que es el menos antisoviético, posiblemente, de la Europa occidental. Quizá la visión de la extraordinaria película de Bardem y Berlanga, Bienvenido, Mr. Marshalí, realizada en la década de, los cincuenta, ayudaría a entender muchas de estas claves.
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