Los altibajos de una diva
De Montserrat Caballé, última representante de las grandes divas de ópera, siempre se espera ese algo más, esa brillantez no alcanzada por otras buenas sopranos que no tienen el carisma, la inspiración y el genio de las auténticamente grandes. Afortunadamente, su interpretación del aria 'Pleurez mes yeux', de Le Cid (1885), de Massenet, ofrecida como primera propina, lograba sintetizar magistralmente en unos momentos toda la grandeza de la ópera: belleza, expresión, pasión, capacidad de comunicación, sentimiento, entrega, dolor, amor. Hasta entonces, la calidad que esperamos de Montserrat Caballé se había mostrado solo en algunos momentos aislados.La primera parte del recital estuvo dedicada a arias infrecuentes de ópera italiana de Vivaldi y Rossini. Nunca agradeceremos lo suficiente a Caballé la exploración de estas óperas fuera del repertorio habitual, pues se encuentran bellezas innegables que ella sabe proyectar desde su condición belcantista.
Recital de Montserrat Caballé
Soprano: Montserrat Caballé.Pianista: Miguel Zanetti. Obras de Vivaldi, Rossini, Nin, Martínez-Palomo y Chapí. Clausura del IV Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Teatro Real, 27 de octubre de 1987.
En el ciclo Vivaldi, con el que comenzó su actuación la soprano catalana, las dos primeras intervenciones, Se cerca se dice y Piu non si trovano, fueron cantadas con sentimiento y musicalidad, aunque con algunas desigualdades. El momento óptimo se produjo en Son qua per mare ignoto, donde Caballé lució su precioso y cálido centro de una forma excelente. Lástima que en la última aria, 'Gemo in un punto', de La olimpiada (1734) vivaldiana, no se produjese una exacta reproducción de las agilidades, que fueron atropelladas y mal expuestas. En cualquier caso, una interpretación notable y la esperanza de que Caballé siga desentrañando estas auténticas piedras preciosas.
Especial belleza
Caballé seleccionó de Rossini tres arias de las óperas Adelaída de Borgoña (1818), Tancredi (1813) y Aureliano en Palmira (1814), estrenadas con motivos de los carnavales de Roma, Venecia y Milán, respectivamente. En este repertorio Caballé se mueve como pez en el agua. Los filados, medias voces, adornos, son expresados con una especial atención a la belleza del sonido, en detrimento de una vocalización adecuada que potencie el significado del texto. Se consiguieron momentos de especial belleza en las dos primeras arias. En la tercera, que sustituía al anunciado 'Di, che vedesti piangere', de Ermione, unos agudos un tanto destemplados ensombrecieron la valoración global de este Rossini que se puede considerar de lujo.
La segunda parte del recital estuvo integrada por cinco canciones (malagueña, saeta, granadina, polo y canto andaluz) de los 20 cantos populares españoles (1923), del autor cubano-español Joaquín Nin, en una órbita que podemos considerar nacionalista-andalucista. No excesivamente alejadas musicalmente, a pesar de estar fechadas en 1987, las cuatro canciones de Lorenzo Martínez-Palomo (de una de ellas, La puerta entomada, existe una primera versión de los años 1960-1961) interpretadas a continuación. Y para finalizar, dos romanzas de zarzuela de principios de siglo de Ruperto Chapí.
Siempre produce un especial interés la posibilidad de oír cantar en lengua española. Sin embargo, esta. vez los resultados fueron bastante decepcionantes. Me inclino a pensar que no estuviese lo suficientemente ensayada esta parte del programa. Así se explicaría que un pianista tan sólido y seguro en la canción de concierto como es Miguel Zanetti, y con una gran experiencia acumulada acompañando al piano a Caballé, estuviese tan poco acertado, produciéndose forcejeos y desacoplamientos con la cantante que deslucieron sobre todo las partes amables de las canciones de Nin. En conjunto, toda la segunda parte, incluyendo las romanzas de zarzuela, sin estar mal cantada, careció de gracia, intención, expresión, en canto y contenido, salvo algunos destellos. esporádicos más bonitos que bellos y sin ninguna integración con el contexto general.
Tras las ovaciones, fuertes pero no apoteósicas, las propinas. Montserrat Caballé, en ese diálogo tan sencillo, fluido y natural que mantiene con el público, ya lo habla anunciado -"Creo que lo voy a hacer bien"- y el aria de Massenet fue lo mejor de la noche. Después, dos canciones de Obradons, de las cuales En el jardín fue expuesta con una extraordinaria delicadeza.
Babelia
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