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Tribuna:FERIA DEL LIBRO DE FRANCFORT
Tribuna
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De la mesa a la masa

La más grande, mastodóntica y superlativa feria de libros del planeta acaba de bajar el telón. Una feria -de libros, de equinos o de humanos- es simplemente una exposición. Generalmente de volumen. La de Francfort es en esto arquetípica: la famosa buch-messe es sobre todo una buch-masse. Para el orgullo de un exportador, eso lo es. todo. Para la lectura, eso todavía no es nada. Pero una feria del libro, como cualquier otra feria, es poco más que una manifestación de orgullo productor o exportador.La feria ha venido a demostrar una vez más que el descubrimiento fundamental del capitalismo no es la plusvalía, ni el marketing, ni el mercado, sino la filosofía oculta en toda compra. El capitalismo -con el olfato de quien no reconoce más dios que el placer niquelado del dinero- descubrió que la vida de los humanos está mucho más llena de vacíos de lo que se suponía. De vacíos unas veces simplemente huecos, otras desesperados y otras satisfechos. En el vacío, el hombre compra. O sea, que no se compra, mayormente, ni por necesidad ni por placer, sino por espantar fantasmas. Frente al vacío, el humano no conoce otra receta que el "compro, luego existo". La misión fundamental de las ferias es precisamente mantener un delicado equilibrio ontológico: que haya siempre tanto que comprar como fantasmas que espantar. La mastodóntica Feria del Libro de Francfort es en esto, como en todo, ejemplar: multiplica cada año el volumen, y los volúmenes. Con eso confirma, con la precisión del termómetro, el aumento del vacío. O sea, de la compra.

Una feria, además de tener masa, debe tener musa. O sea, novedades. Una feria que se precie -de libros, de equinos o de humanos- tiene que presentar novedades. La novedad más prodigiosa de este año consiste en una manipulación genética que abre un nuevo mundo a la lectura: la lectura por casete. El clásico en casetes, recitado con la voz de un personaje famoso. El mundo da un paso más hacia una avasalladora definición de libro: un objeto sin lomos, sin letras y sin páginas. Sin tacto. El libro, como antes otras cosas, pierde otra esencia: el formato. El libro, que dejó de ser un producto para la mesa para convertirse en un producto para la masa, deja de ser un objeto para las manos, otro de sus más viejos sentidos. El libro convertido en un guiñapo mutilado. El progreso.

El libro entra así, irrefrenablemente, en el espíritu deshumanizado de la modernidad técnica. El mundo editorial se manifiesta ahí dispuesto a meter también al libro en cintura cuartelera. Imparablemente van trasladándose al libro los resortes de la técnica. El libro se ahorma a la época: a las microtécnicas (el microchip o cualquier otra de sus formas). Unas técnicas que disminuyen cada vez más el continente y aumentan el contenido. Lo que al final quizá sólo sea una forma refinada de mutilar también los contenidos.

Más libros, menos lectura

También van trasladándose al libro los pecados de la técnica. La mastodóntica feria es el correlato de la gran ciudad: muchas casetas, masas de gentes. Como en la ciudad, a más gente, más soledad. Probablemente, a más libros, menos lectura. La sociedad aislada por superpoblación, desinformada por sobreinformación.

La mastodóntica industria librera se arriesga a incurrir en el pecado de las técnicas: la rebelión de los pájaros de Hitchcock. Cierta tradición nos ha acostumbrado a ver el libro fiel, pacífico, acompañante. Pero puede temerse que los veamos convertidos en masas crecientes de pájaros agrupados contra nosotros. A medida que los libros se vayan viendo presionados por nuestras manipulaciones, pueden empezar a echar patas y picos y decidir lanzarse contra nosotros desde las estanterías. De hecho, la monstruosidad de un libro casete es ya una declaración de guerra. No hay ninguna razón para creer que, frente a nuestras manipulaciones, los libros vayan a tener una reacción más pacífica que las demás especies u objetos subyugados. En el libro, el hombre puede acabar siendo la víctima de su propio afán de dominio. Con los vicios del progreso hay que empezar a pensar en el libro como un monstruo de cualquier galaxia.

La mastodóntica feria de Francfort haría muy bien en aplicarse a sí misma lo que le pide a la técnica: el principio responsabilidad. El mismo que es título y tema del libro de Hans Jonas, al que la feria le concedió tan galante este año el Premio de la Paz.

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