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Daniel Ortega asegura que los sandinistas cederán el poder si pierden las próximas elecciones

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan, en un ligero cambio de actitud, dimitió ayer ante la Organización de Estados Americanos (OEA), que el acuerdo de paz de Esquipulas 2 "contiene muchos de los elementos necesarios para lograr una paz y una democracia duraderas para Centroamérica". Pero el presidente estadounidense, que hasta ahora afirmaba que el citado plan es "esencialmente equivocado", pidió a Daniel Ortega que se siente a negociar con los contra y confirmó que pedirá 270 millones de dólares (más de 32.000 millones de pesetas) al Congreso en ayuda a los que él llama "luchadores por la libertad" como seguro para que los sandinistas establezcan una "completa democracia". Ayer mismo, el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, que hoy interviene ante la Asamblea General de la ON U, aseguraba que los sandinistas dejarán el poder si pierden las próximas elecciones.Los contra, dijo Reagan, son la "garantía esencial de que los sandinistas cumplirán las condiciones democráticas del acuerdo de Guatemala y de que los países democráticos de las Américas estarán a salvo de la subversión sandinista". La ayuda a los rebeldes continuará "hasta que los sandinistas, negociando con la contra, concluyan un acuerdo para el alto el fuego y sea establecida una auténtica democracia en Nicaragua".

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El presidente, a última hora, decidió no escuchar a sus asesores más extremistas, que querían que exigiera a los sandinistas la convocatoria de elecciones antes del plazo previsto. Daniel Ortega, que hoy se dirigirá a la Asamblea General de la ONU, declaró ayer en Nueva York que los sandinistas dejarán el poder en 1990 si son derrotados en las elecciones. "Si la gente escoge otra forma de gobierno y otro partido, habra otra forma de gobierno y otro partido", dijo.

El discurso de Reagan, que utilizó el foro de la OEA donde la guerra de la contra ha sido repetidamente condenada, perseguía dos objetivos. Uno, evitar el aislamiento en el que su política hacia Nicaragua ha colocado a Wasington en Latinoamérica. Y, oliro, de consumo interno: aparecer ante la opinión pública, contraria a la intervención norteamericana en Nicaragua, y sobre todo ante al Congreso, como un hombre de paz, razonable, que acepta la vía del diálogo, que hasta ahora ha estado boicoteando por todos los medios.

La línea de rechazo a los acuerdos de Guatemala ha sido mayoritariamemte criticada por el Cengreso, donde los líderes demócratas le han advertido que si fracasa el plan de paz del presidente costarricense, Oscar Arias, "los países de todo el hemisferio culparán al presidente de EEUU". Sólo con un cambio radical de política puede tener Reagan alguna posibilidad de que el Congreso vuelva a votar ayuda a los rebeldes.

Reagan dejó claro que no piensa cumplir con el plan de paz que establece el alto el fuego, el inicio de la democratización y el fin de la ayuda a la contra el próximo 7 de noviembre. "Mientras me quede un soplo de vida continuaré hablando, trabajando y luchando por la causa de los luchadores de la libertad".

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Presión armada

Reagan dijo que el Gobierno nicaragüense no hubiera firmado el acuerdo de Guatemala si no fuera por la presión armada de la contra, y dejó claro que EEUU seguirá alimentando al ejército mercenario hasta que Washington considere que se han cumplido las condiciones de democratización que pide.

Reagan intentó comprometer a la OEA a que presione a Managua para cumplir con las condiciones exigidas por Washington para considerar a Nicaragua una democracia. "Más que nadie, los miembros de la OEA tienen una responsabilidad especial para tomar la iniciativa en verificar el cumplimiento de los acuerdos de Guatemala. No, podemos estar satisfechos con fachadas de libertad erigidas para engañar a la opinión internacional y luego rápidamente desmantelarlas cuando se levante la presión".

Resulta curioso que Reagan acuda ahora a la OEA, una organización que EE UU controla financieramente, a la que siempre ha despreciado y que ha utilizado para justificar sus intervenciones en Guatemala (derrocamiento de Arbenz en 1954), el envío de marines a la República Dominicana o para expulsar a Cuba de la familia americana.

El discurso fue más suave que el que pronunció hace sólo dos semanas ante la Asamblea General de la ONU. Aunque no calificó, como ha venido haciendo, de "reformas cosméticas" a los pasos liberalizadores de los sandinistas (apertura de La Prensa y Radio Católica y permiso para manifestaciones), dijo que son insuficientes y que hay que combinar las razones para la esperanza, con la prudencia y el escepticismo.

El presidente denunció que el Acuerdo de Guatemala no tiene en cuenta los intereses de seguridad de EE UU en la región. "La creciente presencia soviético-cubana que intenta establecer una cabeza de playa soviética en el continente americano y el rápido y desestabilizador crecimiento del ejército sandinista que amenaza a los vecinos democráticos de Nicaragua". Para solucionarlo, exigió "la expulsión de todas las fuerzas soviéticas y cubanas".

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