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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esquipulas despliega

LA PUESTA en marcha del plan de Esquipulas 2, firmado el 7 de agosto por los presidentes de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, ha entrado en una fase de avances sustanciales. En San Salvador, con la presencia del presidente Duarte, se abrieron ayer las negociaciones entre el Gobierno y el Frente Farabundo Martí. En Guatemala se acaba de establecer un alto el fuego entre la guerrilla y el Gobierno, y las negociaciones se iniciarán el 7 de octubre en Madrid. Es satisfactorio que el Gobierno español haya contribuido al proceso de paz en este caso concreto, dentro de su política general de decidido apoyo a Esquipulas 2.En el caso de Nicaragua, el más difícil en el proceso de paz centroamericano, las medidas adoptadas desde agosto por el Gobierno de Managua para restablecer ciertas libertades y avanzar hacia la reconciliación han sido importantes. En los últimos días ha sido proclamado un alto el fuego unilateral en zonas fronterizas con Honduras y Costa Rica, en las que la lucha entre tropas sandinistas y contra reviste mayor gravedad. El presidente Daniel Ortega, a pesar de resistencias en ciertos sectores del sandinismo, demuestra que está decidido a jugar la carta de una aplicación efectiva de Esquipulas 2. Con esta política, aparte de lograr un mayor apoyo interior y respaldos exteriores, contribuye al fracaso de la estrategia del presidente Reagan, enfilada hasta ahora a derribar, mediante la acción militar de la contra, al Gobierno de Managua, considerado como un simple instrumento de la URSS y de Cuba.

El sandinismo no acepta negociar con la contra, si bien va a hacerlo con los rebeldes indígenas de la costa atlántica, y Daniel Ortega ha convocado en el curso de este mes un amplio "diálogo nacional", con la participación de las fuerzas opositoras legales. No negociar con la contra entra dentro del acuerdo de Esquipulas 2. A diferencia del caso de Guatemala y El Salvador, los sandinistas tratan a la contra como un juguete de Washington. En esas condiciones, la efectividad del alto el fuego dependerá del funcionamiento de la comisión de reconciliación designada por el Gobierno nicaragüense, en aplicación de Esquipulas 2, y cuyo presidente es el cardenal Obando, considerado durante mucho tiempo por los círculos oficiales de Washington como el adversario número uno del sandinismo. A través, sobre todo, de las comisiones locales de reconciliación, se piensa llevar a efecto, a partir del alto el fuego, la incorporación a la vida civil, acogiéndose a la amnistía, de las personas integradas en la contra.

Sin embargo, la medida de los sandinistas que ha tenido mayor resonancia en el mundo ha sido el levantamiento de las prohibiciones de La Prensa y de Radio Católica. Cuando se aprobó el acuerdo de Esquipulas 2, muchos consideraron que la reaparición de La Prensa y la actitud hacia la Iglesia serían la piedra de toque para medir la disposición de los sandinistas a aplicar de verdad unos acuerdos que implicaban para ellos modificar su política interior en puntos serios. Decir, como ha dicho Reagan, que se trata de cambios "cosméticos" es absurdo. Este juicio tiene un trasfondo preocupante: da a entender que lo que EE UU pretende no es una evolución de Nicaragua hacia la democracia, sino la eliminación de su Gobierno. Con ello EE UU se enfrenta con la política de los Gobiernos de América Latina, y también con los de Europa. Cabe esperar que el éxito de Esquipulas 2 le obligue a cambiar.

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