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44ª MOSTRA DE CINE DE VENECIA

Louis Malle obtiene el León de Oro

El director francés Louis Malle ganó el León de Oro de la Mostra de Venecia por su filme Au revoir les enfants. En 1980, con Atlantic City, ya había conseguido el galardón, y en 1958 y 1963, con Les amants y Le feu follet, respectivamente, fue distinguido con el premio especial del jurado. Malle, que no pudo asistir a la ceremonia de clausura por hallarse en EE UU, envió un telegrama a través de Joseph L. Manklewicz. En él agradecía el premio y deseaba "larga vida al festival".

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El análisis del palmarés es fácil, porque en él se mezclan obligaciones y devociones. Malle tenía que ganar porque nadie ha propuesto otra obra tan redonda. No es ni innovadora ni distinta, sino, sencillamente, una muy buena -película. Malle cuenta una historia de su infancia, una historia que tenía en su cabeza desde hace muchos años, pero que ahora está seguro de saber contar.Los reconocimientos a los actores y al músico de Maurice son muy lógicos y, comprensible ese León de Plata compartido para e director, James Ivory, pues el año, anterior Venecia cometió el resbalón de olvidarse de A room mith a view. El otro León de Plata, el destinado a Olmi, estaba cantado como vendetta italiana a lo sucedido este año en Cannes.

La cinta escandinava ¡Hip, hip, hurra! figura entre las elegidas por la mejor de las razones: gustó realmente al jurado. Se trata de un producto cultural, una tipografía del pintor Soren Kroyen, quien, por cierto, participó en una de las primeras ediciones de la bienal de Venecia.

En la soviética Pljumbum recayó el premio más político, el que otorga el Senado de la República italiana. No ha sorprendido a nadie. Para David Mamet, un premio de consolación demasiado obvio, ya que es un comediógrafo célebre pero un cineasta (debutante. Se ha valorado su pasado como escritor.

El gran invitado de la Mostra, el cineasta americano Joseph Leo Mankiewicz, protagonista ayer de una entrevista ante el público con la que se cerraba la retrospectiva y homenaje que le ha (dedicado el festival, lo dijo bien (claro: "El mejor de los filmes que yo he visto aquí es Au revoir les infants, de Louis Malle. Me parece una película muy emocionante y bien construida, escrita de manera inteligente. Guardarse hasta el final el pequeño secreto de que todo lo que hemos visto está basado en hechos reales da aún más fuerza a la historia. Dudo que en Estados Unidos una película como la de Malle, que habla de personas y de sus problemas, sentimientos y anhelos, llegue a estrenarse, pero es excelente". El filme ha sido el vencedor.

Este elogio, dedicado a la gran favorita de los espectadores y de la Prensa internacional, pronunciado por un director célebre por su condición de extraordinario guionista y dialoguista, tiene un especial significado. Además, Mankiewicz se despachó a gusto contra la televisión convencional, contra las películas pensadas para la pequeña pantalla y la explotación de obras cinematográficas en condiciones que no respetan ni su integridad ni su ritmo, interrumpido por pausas publicitarias. Esto, dicho en un contexto dominado por la RAI y por la campaña patriótica en favor de Lunga vita a la signora, de Oermanno Olmi, tuvo algo de auténtica provocación.

Mankiewicz pasó revista a su carrera y a la evolución de la industria, afirmando que "los productores de hoy, que no son otra cosa que gánsteres y pornógrafos, convierten a Mayer o Zamick en personajes parecidos a los Médicis", y afirmó su condición de autor al establecer una divertida comparación con Fellini: "Él es un genio que sabe encontrar lo que busca en el rostro de la gente, es un inventor de mundos. Fellini crea algo que sólo existe en su cabeza y en su mirada, una realidad distinta y propia; yo me limito a mostrar la realidad y a comentarla".

Factores extraartísticos

Para el jurado internacional, los argumentos y gustos del autor de Eva al desnudo no eran suficientes, porque se tomaban en consideración factores extraartísticos. Por ejemplo, Irene Papas, la presidenta del jurado, no quería premiar la cinta de Olmi porque no cree en su viabilidad comercial fuera de Italia y se niega a que un festival de primera fila se juegue su prestigio y su poder como plataforma de promoción cinematográfica dando galardones a cintas que no han de verse en todas partes. Por su parte, el director italiano Carlo Lizzani, no se recataba de decir en público que Venecia suponía para el cine italiano la mejor oportunidad de vengarse de la marginación de que fue objeto en el palmarés del último festival de Cannes, donde también, por motivos bastardos, se prefirió una película de Pialat -Sous le soleil de Satan- a cualquiera de las excelentes obras italianas que incluía la selección oficial.Para despedirse, el festival ha elegido un filme de clausura de compromiso. No pudiendo tener el deseado The last emperor, de Bertolucci, y no deseando plegarse a las exigencias perfeccionistas de un Kubrick, la Mostra se ha cerrado con una comedia americana, Las brujas de Eastwick, del australiano George Miller, y con Jack Nicholson, Cher, Michelle Pfeiffer y Susan Sarandon como protagonistas. Después de un arranque muy brillante, la película queda en manos de los efectos especiales, que también generan momentos divertidos, pero acaban por trivializar la fábula y hacerle perder ritmo, hasta el punto que ya nada tiene que ver con la novela de John Updike en que se inspira.

Esperemos que tampoco tenga nada que ver con la película de Bertolucci el documental Nostalgia de un colosal, que pretende contar la aventura china del director de El último tango en París. Se trata de un producto pobrísimo y pedante, que carece de valor informativo y que tampoco sirve como promoción publicitaria de El último emperador. Su inclusión dentro de la selección oficial ha contribuido poderosamente a reforzar la sensación de que al festival se le había acabado la cuerda, sensación que desde hace tres días es mayoritariamente compartida.

La clausura tuvo también otros protagonistas al margen de los disparates de los galardones. Se trató de tres presencias femeninas: Susan Sarandon, Virna Lisi y Ava Gardner. Las dos primeras intervinieron en la ceremonia de clausura; la tercera, recién salida de una grave enfermedad, envió un mensaje para Joseph L. Mankiewicz, que la dirigiera en la célebre Condesa descalza. Las palabras de Ava recordaron precisamente aquella colaboración: "Lamento no poder estar en Venecia... Si hubiese venido lo habría hecho descalza, como la condesa que me une a Mankiewicz".

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