Entre el cielo y el suelo
La Universidad Menéndez Pelayo se consolida como foco de cultura mientras crece la protesta del alumnado
El rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), Santiago Roldán, celebró ayer lo que denominó "fin de una etapa", tras cinco años al frente de la institución. Un grupo de estudiantes, sin embargo, le atragantó el postre al firmar una carta de protesta por la "baja calidad" de dos seminarios celebrados la semana pasada. Roldán concluye esta etapa con una protesta creciente del alumnado y pendiente de una auditoría. Una ley regulará próximamente la elección de rector y establecerá criterios más objetivos para seleccionar cursos y alumnos. Roldán, no obstante, pudo levantar su copa satisfecho: "Hemos consolidado la Universidad y abierto la colaboración con empresas e instituciones".
No hace mucho calor en verano en Santander. El programa de la Menéndez Pelayo tampoco es agobiante. Un alumno matriculado en un seminario asiste a una conferencia de 10 a 14 horas aproximadamente; por la tarde, de 17 a 19.30. A continuación puede escuchar en el Paraninfo un recital de Ricardo Solfa o ver la última obra de teatro de Fernando Savater. Todo ello sin salir de unos pocos kilómetros cuadrados con inmejorables vistas: la península de la Magdalena. Y con la posibilidad de tropezarse con Guillermo de la Dehesa, Octavio Paz, Robert Gallo o Antonio Hernández Mancha. El presidente de la República española, Niceto Alcalá Zamora, firmó también en verano -el 23 de agosto de 1932- el decreto de fundación de la Universidad Internacional. Según los primeros estatutos, el centro debería ser "un organismo de cultura internacional e interregional que aspirase a romper la incomunicación entre profesores y estudiantes de distintas regiones y grados de enseñanza y a proporcionar a nuestros estudiosos un contacto fecundo con los intelectuales extranjeros". Por las aulas de la Magdalena han pasado Bertrand Russel, Paul Valéry, Gabriel Marcel, el químico Von Euler, el antropólogo Fischer y el aeronauta Auguste Piccard.
Revulsivo
Hace cinco años, con motivo de la celebración del primer cincuentenario de la creación por los hombres de la Institución Libre de Enseñanza de su obra pedagógica "más moderna y original", Raúl Morodo, a la sazón rector de la UIMP, pronunció un discurso en el que destacó el papel de la institución como "revulsivo" para la sociedad. Se subrayó entonces el talante abierto y conciliador de la Menéndez Pelayo, donde confluían políticos y pensadores de toda índole. La situación ha cambiado, como reconoce el propio Roldán. Antes, los asistentes a los cursos se conformaban con menos, se establecían contactos personales, había más pasillos, se frecuentaban más las playas de la Magdalena. "Hoy los alumnos exigen un nivel alto en todos los seminarios; quieren los mejores especialistas y ponencias elaboradas e innovadoras", dice Roldán. "Ya no interesan las conferencias políticas, sino los cursos especializados para unos alumnos cada vez más preparado".
Los alumnos se quejan de que los tropezones en los pasillos de otra época con el profesor del que conocían toda su bibliografía han desaparecido porque las habitaciones de la Magdalena se reservan casi exclusivamente a directores de seminarios. "Antes existía una confraternización entre profesores y alumnos en estas salas. La presencia de los alumnos en la Magdalena se ha reducido y ahora es casi simbólica", afirma una alumna. "Estos no es cierto", asegura el rector, "lo que ocurre es que se ha elevado considerablemente el número de alumnos y tenemos que meterlos donde podemos; no todos pueden alojarse en la Magdalena".
Otras de las quejas más frecuentes por parte del alumnado es la falta de criterios para otorgar las becas. La Menéndez Pelayo celebra este año cerca de 40 cursos y encuentros y han participado, hasta el 22 de agosto, 4.711 alumnos frente a los 4.238 del año pasado. Gran parte de los universitarios españoles ni siquiera lo intentan, y los periódicos reciben cartas en las que se acusa a la Universidad de "enchufismo". "Se dan rigurosamente", dice Roldán, "con la información que tenemos seleccionamos por el expediente académico. Pero tengo sólo a dos personas que se dedican a esto, y lo que no podemos hacer es una investigación de cada una de las 8.000 o 10.000 solicitudes que recibimos para ver lo que gana cada padre. Nosotros ofrecemos una selección a los directores de los seminarios y ellos deciden".
La innovación más importante establecida por el rector en sus cinco años de gestión ha sido la incorporación de otras instituciones y, sobre todo, de la empresa privada en la organización de los cursos. Una fuerte empresa de publicidad, la Walter Thompson, organizó este año el seminario El arte de anunciar. En la financiación de uno de los cursos estrella de este año, Conferencia Internacional sobre el SIDA, participaron varios laboratorios. "Efectivamente, corremos riesgos, pero estamos satisfechos de los resultados. Un catedrático de la facultad de Ciencias de la Información -y no tengo nada contra ellos- no tiene las posibilidades de organizar un curso como la Walter Thompson", dice Roldán.
De los aproximadamente 1.000 millones de pesetas de presupuesto de la UIMP, 400 han sido la subvención del Estado, 100 se han obtenido por tasas y matrículas y 300 han sido aportados por empresas e instituciones públicas o privadas.
Babelia
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