Afición: gente que paga
Llueve sobre mojado; más que llover: la falta de respeto al público en los toros ya es el diluvio universal. A los protagonistas de la fiesta parece importarles una haba lo que prefiera, opine, chille la afición. Para los protagonistas de la fiesta la afición es gente que paga, grey que se retrata en taquilla, y una vez retratada -que es lo que importa- ya la pueden ir dando. Cada día hay un torero que le hace gestos displicentes a la afición -ayer, Ruiz Miguel- y un presidente que se metamorfosea en Don Tancredo y, sumido en éxtasis, ni escucha el griterío, ni mira la invalidez de los toros que lo provoca -ayer, Marcelino Moronta-.El domingo pasado, en Las Ventas, debieron volver al corral cuatro toros; ayer, cinco. Los cinco, uno tras otro, eran inservibles para la lidia. A veces saltan a la arena toros con la pata chula y la masa humana que abarrota el coso se divide en dos: a) Los que se dan cuenta; b) Los que no se dan cuenta. Algunos presidentes mantienen esos toros en el ruedo, porque, pertenecen al grupo b, y qué se le va a hacer si un presidente no distingue el toro farruco del toro con la pata chula. Pero cuando los toros hocican, caen de culo o patas arriba, como ayer, la evidencia es de tal naturaleza que permitir su lidia constituye una burla al público y una descarada manifestación de prepotencia.
Torrestrella / Ruiz Miguel, Mendes, Sandín
Toros de Torrestrella, bien presentados, inválidos. Ruiz Miguel: estocada atravesada que asoma y dos descabellos (silencio); estocada caída y descabello (palmas y también pitos cuando saluda). Víctor Mendes: estocada corta (palmas y también pitos cuando saluda); estocada baja y dos descabellos (silencio). Lucio Sandín: pinchazo y estocada baja (ovación y también algunos pitos cuando sale al tercio); estocada corta atravesada baja (aplausos).Plaza de Las Ventas, 2 de julio. Corrida de la Prensa.
Los presidentes de la plaza de Madrid que, a despecho de los legítimos intereses del público, mantienen en el ruedo toros inválidos, contentan al organizador de la corrida y hacen un favor de madre a las cuadrillas, que con ese género reducen en un alto porcentaje la cuota de riesgo que conlleva el toreo. ¿Al servicio de quién están los presidentes de la plaza de Madrid?
La desconsideración de los presidentes con el público sintoniza con la de algunos toreros, que se permiten el lujo de quitarle la razón mediante gestos. Ruiz Miguel era ayer el personaje gesticulante, cuando se empeñaba en darle pases a su segundo inválido. Y como protestaba la plaza entera, a ella se dirigía, mediante ademanes contrariados, indicando por señas que guardara silencio en tanto se aplicaba a torear. Faltaría más, hombre. Debe entender Ruiz Miguel que el toreo, con inválidos, no tiene sentido, ni es toreo siquiera; es un abuso.
Mejor ocasión tuvo Ruiz Miguel de darle pases al primero, precioso colorao ojo perdiz bociblanco, que pudo ser un gran toro, de no estar tullido. Tenía bravura, fijeza, codicia, que manifestaba humillando al tomar el engaño y siguiéndolo hasta el tremolar de sus últimos vuelos (excepto si perdía pata, lo cual solía suceder). La ocasión, sin embargo, le sirvió de poco a Ruiz Miguel y su faena de muleta resultó inolora, incolora, insípida.
No mejores aromas, colores, sabores tuvieron las de Víctor Mendes, artísticamente planas, técnicamente trucadas de picos, zapatillazos, muletas retrasadas, lo mismo en un toro boyante que en otro topón. Y tampoco se lució en banderillas, pues reunía mal, prendía peor y ni siquiera consiguió realzar el tercio con la espectacularidad habitual.
La plúmbea corrida se iluminó un poquito cuando Lucio Sandín abría el compás en la verónica o instrumentaba el redondo, el ayudado, el cambio de mano. Sin continuidad, ya que el toro le punteaba y había de optar por la elegancia en la ejecución de la suerte o salvar la piel. Son actitudes que combinan mal y repercutieron en el conjunto de la faena. Pero eso fue en el tercero pues en el sexto Sandín se convirtió en un voluntarioso pegapasista. Lo que le faltaba a la corrida, agria, aburrida, interminable. Lo que le faltaba a la afición, mártir de la tradición y de la fe y, desde ayer, con unos cuantos verdes menos en la cartera.
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