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Crítica:CINE / 'TODO POR CULPA DEL PARAISO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tierno y conformista

Francesco Nuti es un florentino nacido en el año 1955 que se ganó una rápida fama como actor y guionista, para debutar como director en 1984 con una comedia cómica, Casablanca, Casablanca, un filme no estrenado en España pero que tuvo muy buena acogida en Italia, algo infrecuente en un país en el que el cine es ya una manifestación artística residual.Ahora, en el mes comercialmente peor considerado del año, se estrena Todo por culpa del paraíso.

Si la publicidad ha sido escasa -un ejemplo: ningún programa de televisión ha dispuesto de unas pocas imágenes con las que anunciar la casi insólita presencia de una cinta italiana en nuestra cartelera-, peor es aún el doblaje y la mezcla de sonido, hecha sin duda con las prisas de un pequeño presupuesto y de la falta de interés.

Todo por culpa del paraíso

Director: Francesco Nuti. Intérpretes: Francesco Nuti, Ornella Muti, Roberto Alpi, Laura Betti, Novello Novelli.Guión: Vincenzo Cereumi y F. Nuti. Fotografia: Giuseppe Ruzzollini. Música: Gianfranco Nuti. Producción italiana. Estreno en Madrid en el cine Rialto.

Y esta desconfianza se aplica a una película que, en su país de origen, ha logrado igualar la recaudación en taquilla de Rambo y cuya temática en modo alguno es localista. La película no es buena, pero tiene algunos detalles interesantes. El hecho de desconocer si se trata de un paso adelante o no respecto a Casablanca, Casablanca puede ser causa de equívoco, pero en este cuento de hadas para adultos que es Todo por culpa del paraíso se diría que existe una cierta voluntad de retratar la época.

Su héroe es un personaje desencantado, tierno, con pasado revolucionario y conflictos con la justicia, que no pretende otra cosa que vivir y dejar vivir.

En busca del hijo perdido

En su peregrinaje en busca del hijo perdido -sus cinco años de cárcel determinan que el niño sea adoptado por otros- descubre que la ciudad está repleta de locos, económicamente tomada por los norteamericanos y subterráneamente ocupada por punkies.El retoño ha ido a parar a manos de una pareja que se ha refugiado en los Alpes, consagrada su existencia a un sueño: localizar a un animal albino. Retirados del mundo, Ornella Muti y Roberto Alpi constituyen una pareja equilibrada, con sus crisis, pero con un ideal común de vivir al margen.

La aparición del personaje interpretado por Nuti no ha de provocar grandes trastornos: apenas un breve y puritano escarceo amoroso junto a algunas secuencias de suave comicidad.

La película corresponde a un cine que intenta retomar la realidad inmediata como fuente de inspiración, que lo hace en tono de cuento -Laura Betti es la bruja de la función-, en el que la comunicación verbal carece de sentido y en el que los personajes procuran no arriesgar la precaria estabilidad lograda.

La realización opta por centrarse en lo esencial, por dejar fuera de cuadro cualquier elemento que no se integre en el discurso de esa plácida fábula.

Si no lo logra es porque hay problemas de cambio de registro que están mal resueltos -el absurdo casa mal con esa cotidianidad poetizada-, porque Nuti es un director que aún no domina el ritmo del relato y, sobre todo, porque hay en él una tendencia al narcisismo tan exagerada que acaba por filmar su hoyuelo del mentón como si fuera una de las maravillas del universo.

Tanto conformismo y autocomplacencia determina que la película, más que una cinta italiana de los ochenta, mantenga una sorprendente hermandad con el cine alemán o austríaco de los cincuenta y sea algo, así como una versión contemporánea de Sisi emperatriz. Y conste que Sisi no es Ornella Muti, sino Francesco Nuti.

Además, técnicamente el producto no siempre es del todo satisfactorio, sobre todo en lo que a fotografia se refiere, pues el riesgo de captar exteriores muy contrastados está solventado de manera que roza el amateurismo, algo que tampoco se aviene con aquel esfuerzo de control del encuadre.

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