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Tribuna:EUROPA Y EL DESARME
Tribuna
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La RFA y la 'opción supercero'

El Gobierno de la República Federal de Alemania decidió el jueves pasado aceptar la opción supercero, pese a la oposición de los sectores más derechistas de la Unión Cristiano Demócrata, el partido del canciller Helmut Kohl, y de la Unión Social Cristiana, de Josef Strauss. El autor pasa revista a los fenómenos que ayudan a comprender esa decisión y el clima en el que ha sido aprobada.

Los expertos en segurdad de Bonn se ven aislados en muchos aspectos. La reducción a cero de los misiles de medio alcance, así como la segunda reducción a cero de los misiles de menor radio, no deja ciertamente a Europa libre de armamento nuclear. Quedan los obuses que disparan granadas nucleares (según estimaciones fundadas, la mitad de todas las bombas atómicas estacionadas en Europa son granadas de artillería de ese tipo), quedan las bombas de avión, y, en teoría, la URSS podría disparar desde Asia con misiles de largo alcance contra la República Federal de Alemania (RFA). Puede resultar difícil de comprender para otros europeos, pero la solución supercero hace -según afirma el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung, próximo al Gobierno- "que Alemania, en sus dos partes, se convierta en la zona de menor seguridad, y la República Federal, en la zona más vulnerable". Se teme en Bonn que la eliminación del armamento atómico pueda suponer políticamente para la RFA un menoscabo de su independencia y hasta una grave amenaza. Los británicos y franceses no tendrían por qué sentir semejante angustia, pues dispondrían -a diferencia de los alemanes occidentales, como se argumenta en Bonn- de un sistema de defensa nuclear propio.En Bonn se ven aislados, sobre todo, frente al eje de la Alianza Atlántica, Estados Unidos. Esta nación ha informado hasta el presente a Bonn de su decisión de llegar a un acuerdo con los soviéticos sobre la solución cero. Con anterioridad al encuentro de Reikiavik, el Gobierno alemán occidental no fue consultado en absoluto sobre las amplias propuestas de negociación de su aliado EE UU, y últimamente ha sido consultado, en su opinión, de forma muy insuficiente. En la República Federal de Alemania se había comprendido demasiado tarde que las dos superpotencias podían ponerse fácilmente de acuerdo respecto a las armas de medio y corto alcance, por razón de la situación específica de sus intereses. El problema sería muy distinto en el caso de los misiles intercontinentales. La preparación de un arsenal de misiles con los que pudiera atacarse súbitamente desde territorio alemán occidental las regiones más sensibles de la URSS colocaría a los estrategas soviéticos de la defensa en una situación nueva, más incómoda para ellos. Los misiles disparados desde submarinos y aviones no podrían amenazar y atacar con tanta precisión objetivos en la URSS como los disparados desde suelo europeo programados con unas coordenadas de dirección absolutamente precisas. No tiene nada de extraño que el Gobierno soviético pusiera especial empeño en impedir que la OTAN llevara a efecto el famoso acuerdo de rearme y luego anularlo.

La eliminación de los misiles de alcance intermedio norteamericanos en Europa supone, según los estrategas de EE UU, renunciar a la tentadora posibilidad de crear problemas a los dirigentes soviéticos. Por otra parte, los misiles norteamericanos instalados en Europa son de escasa importancia para la defensa estratégica de Estados Unidos. En Bonn no se había caído en la cuenta precisamente de esto, y, no se entiende todavía hoy, como lo pone de manifiesto la indignación de algunos políticos democristianos.

Dos pronósticos

Habrá, pues, un convenio para eliminar las armas de medio alcance en Europa, y los alemanes occidentales no podrán impedir ese acuerdo de las dos superpotencias atómicas. Podría hacerse todavía un segundo pronóstico: no se firmarán más acuerdos de reducción armamentista. Frente a opiniones muy extendidas que ven en un acuerdo sobre misiles de alcance medio una especie de puerta abierta, ninguna dinámica de desarme encaminada a una progresiva eliminación de armas atómicas será efectiva. Faltan aquí, sobre todo en la Administración de Reagan, las condiciones necesarias para ello.

El Gobierno de la RFA se ha visto aislado con sus temores por su oposición a la solución supercero, incluso dentro de su propio país. Gran parte de la población, probablemente una gran mayoría, no comparte los cálculos complicados de los expertos en seguridad y piensa, por el contrario, que: la situación sería más segura con una retirada de las armas nucleares norteamericanas. El eslogan del movimiento pacifista, que afirma que las armas nucleares en el país son los primeros objetivos de los misiles de la otra parte, y que si desaparecen las armas nucleares extranjeras, desaparecen también los blancos de los misiles, es compartido también por muchos que no participan en demostraciones.

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La manifestación en favor de la resistencia contra la solución supercero -resistencia que renace sobre todo en el ala derecha denominada fracción Stahlhem de la coalición CDU-CSU- ha de tener, pues, un fundamento más hondo que unas meras reflexiones sobre seguridad. Quien desprecia tan decididamente la opiniones de la mayoría tiene razones muy profundas para comportarse así.

La explicación última está la tesis de la ya iniciada indefensión. La política de Bonn se revela lógicamente contra un déficit permanente de seguridad. Tras la derrota en la II Guerra Mundial, la RFA ha tenido que rearfimarse de nuevo, y sólo fue aceptada como miembro normal de la ONU tras renunciar a medios de exterminación en masa, a arma nucleares y a gases bélicos. A causa del exterminio en masa de los judíos y otras gentes, sigue siendo ineludible esta renuncia sobre todo en opinión de los Estados de Europa oriental.

En su política de seguridad los alemanes occidentales tiene que seguir contando, después de 40 años del final de la guerra, con un déficit en defensa frente a su vecinos europeos, lo que ha contribuido sin duda a que el Gobierno de Bonn haya comprendido por primera vez en toda su dimensión las consecuencias de la derrota de 1945.

Ulrich Albrecht es profesor de Investigación de la Paz y del Conflicto en e Instituto de Política Internacional, actualmente decano de la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Libre de Berlín. Traducción: Tomás Romera Sanz.

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