El coraje de Alfonsín
Ante los dramáticos acontecimientos que se suceden en mi país, no puedo menos que expresar el emocionado orgullo que siento, como hombre y como argentino, ante el enorme coraje de nuestro presidente, el doctor Alfonsín. Coraje del que participa el pueblo, enfrentado a quienes, sin más argumentos que la prepotencia de las armas y una escandalosa soberbia que avergonzaría a los mismos padres de la patria, se atreven a denostar nuevamente la democracia. Y, en una actitud no menos delirante, a intentar constituirse en incorruptos gendarmes de unas determinadas esencias nacionales que, además, ya han mancillado irremediablemente.No podría, señor director, despedirme sin antes expresar también la admiración que siento por el encomiable trabajo que lleva a cabo el corresponsal de EL PAÍS en Buenos Aires, el valiente y valeroso señor Martín Prieto-
Al analizar
los intentos de quebrar el orden institucional por parte de las fuerzas armadas en Argentina, nos obliga a recordar los años que transcurrieron desde 1976 hasta la asunción del Gobierno democrático presidido por el doctor Alfonsín.A partir del golpe militar y la consiguiente dictadura (con el silencio, aprobación y complicidad de estamentos como la Iglesia y la Confederación General del Trabajo), se lleva a cabo la sistemática violación de los derechos humanos; esos hechos nos muestran claramente que, durante
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esos años, las fuerzas armadas fueron las responsables únicas de todas y cada una de las diversas acciones que se sucedieron (torturas, desapariciones, robo, malversación de fondos, etcétera). Recalco lo de únicas, ya que, al controlar el país, de hecho establecen un Gobierno. Por lo antedicho, es lógico que la sociedad argentina, en pleno uso de sus derechos, exija justicia; además, ello significa un signo inequívoco de responsabilidad civil de la sociedad; si este derecho se coarta, se reprime o no se puede ejercer, se estará institucionalizando como recurso el cuartelazo para imponer y desarrollar por el terror un poder paralelo y omnipotente nuevamente de espaldas al pueblo.- Mario F. Herrero.
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