Bajo cien miradas

Seguramente aquella mañana el redactor jefe del periódico australiano en que trabajaba David Cohen hace cinco años puso su mejor cara cuando le vio llegar con lo que parecía el listín telefónico de varias agencias de contraespionaje. Estranguló el tercer cigarrillo de la mañana y gritó a David algo difícil de traducir al castellano. Éste le alargó un folio y le espetó: "Todos han dicho que sí, que van a venir, y además tenemos un editor". Seguramente después de un somero vistazo, el redactor jefe le ametralló con un "bah, bah, bab... fotógrafos", rechazando al tiempo en un chasquido aquel papel sujeto por su índice y su pulgar. David lo recogió con maternal delicadeza y se fue en un pas de deux al laboratorio con él. Lo había conseguido.El fotógrafo americano Rick Smolan había ideado y producido el libro. Junto a Smolan, David Cohen había reunido a los más grandes, a todos sus ídolos en fotografía para hacer un trabajo en equipo, un casi pretencioso proyecto: con ayuda de una cámara, exprimir en un día los acontecimientos cotidianos de la gente normal dándoles tratamiento gráfico de gran suceso con el propósito de, levantar un mosaico de imágenes que, reunidas en un libro o en una exposición, tuvieran ante cualquier observador el valor de traslucir la realidad social de su país. Enseguida David Cohen y Rick Smolan, se habían dado cuenta de los peligros que acarreaba un proyecto semejante. Por una parte, el de caer en los tópicos más lamentables haciendo un libro de postales, y por otra, el de elegir problemáticas excesivamente sectoriales o marginales que por lo general van envueltas en signos de diferenciación social muy sugerentes ante la cámara, pero en los que al final la gente no se ve representada.

El resultado no pudo ser más fresco y convincente: se convirtió en un libro de imágenes poderosas del que la realidad emerge como media aritmética de las subjetividades y puntos de vista diferentes de los 100 fotógrafos que participaron en su realización.

Personalidad

La fuerza y personalidad especial de los cambios operados en España en los últimos años han resultado un atractivo irresistible para los organizadores de esta idea, que ahora se va a repetir aquí. Seguramente su realización nos permitirá contemplar esta sociedad española en 1987. Para mí, este proyecto supondrá a la vez uno de mis sueños dorados: el de conocer, compartir experiencias y aprender de los mejores fotógrafos del mundo, y a la vez un reto personal en la realización de un trabajo, ya que la edición es absolutamente rigurosa y sólo sobreviven las mejores imágenes.

Así que el día 7 de mayo le sugiero que salga a la calle con su cámara, porque así, si recibe uno de los 150.000 inofensivos disparos que se repartirán por toda la geografía española, al menos podrá defenderse y al tiempo participar en el proyecto, que, por otra parte, es absolutamente abierto, sintiendo el para mí incomparable placer de sentirse fotógrafo (el que escribe con luz).