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Tribuna:CELA, PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS
Tribuna
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Diario de Pernambuco

Manuel Rivas

Una Vez asistí a una conferencia de Camilo José Cela en un escenario ciertamente original: la facultad de Derecho de Recife, en el Estado brasileño de Pernambuco. Días antes había constatado que el Diario de Pernambuco es un digno periódico que existe realmente, y, no un invento de los tebeos de nuestra infancia, y que además trabajan en él, cómo no, hijos de gallegos. Antes del acto, al decano hubo que explicarle muy rápida pero contundentemente quién era aquel importante hombre de letras llegado de allende el océano. Cuando lo presentó, el decano hizo su papel con entusiasmo: no había en el mundo otro escritor como Cela, grande de las Españas y a las puertas del Nobel. A Camilo lo sentaron bajo una especie de palio de terciopelo bermejo; el aparato de megafonía no funcionaba, los cohetes de fiesta y la música a destiempo interrumpían su magistral lección, el húmedo calor adormecía a los clientes universitarios que aún no habían satisfecho su curiosidad, un camarero vestido de ujier o un ujier vestido de camarero daba vueltas con una bandeja en torno al orador, pero éste mantenía el tipo impertérrito, leyendo con tono tranquilo en medio del rebumbio. Aunque eran cosas muy serias, confieso que no recuerdo nada de lo que entonces dijo Cela, extasiado como estaba con la puesta en escena. De súbito, a derecha e izquierda del estrado se abrieron sendos ventanales, y unas ramas de especie tropical irrumpieron triunfales en el salón. Cela frunció el ceño ligeramente y dijo algo así como: "Por favor, contengan a la naturaleza".Sal y pimienta

La realidad siempre acaba subvertiéndose ante este señor de Irla Flavia. A veces lo hace adrede, y otras, sin proponérselo. Y en eso, en su facilidad para salirse de los márgenes de la geometría cartesiana, radica quizá su más profundo vínculo con el país de origen, con la matria, ya que no gallego por lengua literaria. Y es esa disposición para aventurarse en el mapa de colores donde no manda el señor oscuro de la lógica matemática lo que evita que su obra envejezca. Hay además una parte de su creación, puede que la más vanguardista, que permanece semioculta y que acabarán descubriendo nuevos lectores no condicionados por la oferta telística más convencional. Este señor novelista, al que debe divertir sobremanera ser hijo adoptivo de los municipios de media España y sal Y pimienta en todas las ternas para grandes premios, ha conseguido el raro mérito de ser algo más que un escritor. Se ha impuesto como un personaje en esta sociedad que prefiere al literato encerrado en los circuitos de iniciados o en el ámbito sepuleral de los libros de texto.

Pasó Luis Suárez, ha pasado Arnancio y pasará Butragueño, pero ahí está Cela, metiendo goles cada dos por tres. Le llaman para leer pregones de fiestas en los cuatro puntos cardinales. He descubierto que siempre lee el mismo texto, con liceros retoques y cambiando, claro, el topónimo del pueblo. Pero la gente baila feliz, y él también.

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