La ventilación de los museos
La Administración centrará sus esfuerzos en construir una colección digna de arte contemporáneo
La Administración española ha elaborado un plan para dotar al país con una colección de arte contemporáneo digna de ese nombre.Esta iniciativa ha de acabar con el bochorno de que España, cuyo Museo del Prado cuenta con una de las principales colecciones de arte clásico en el mundo, carezca en cambio de una colección de arte moderno a la altura tan siquiera de las colecciones de muchos museos de ciudades intermedias en Europa. Una pobreza que incluye además a los propios artistas españoles de primera línea, y notablemente a Juan Gris, Joan Miró, Salvador Dalí y Pablo Picasso, salvedad hecha del Museo Picasso de Barcelona. Tan sólo ciertos esfuerzos, entre los que destacan los de las fundaciones privadas, han permitido salvar estas lagunas.
Tras lo que pareció una larga vacilación, el Gobierno actual ha terminado de decidir que la sede de ese gran museo de arte contemporáneo sea el Centro de Arte Reina Sofía, y para concentrar los esfuerzos en él le ha sido inmolado el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), un edificio con defectos pero que muchas personas prefieren al del Reina Sofía: un antiguo hospital rectangular que también podría parecer un presidio.
Solana se muestra reacio a precisar los planes gubernamentales para el Reina Sofía -no hay forma de que hable del futuro director, esboce su perfil o trace un calendario de pleno funcionamiento, "un tiempo razonable y el más rápido posible", dice-, pero señala que la transición entre ambos museos "ha de ser suave".
Para dirigir la construcción de la pinacoteca moderna ha sido creada una comisión de tres miembros, que sancionarán las compras realizadas por la Administración. Las obras, además, serán entregadas al cabo de un tiempo al Reina Sofía.
Cuatro veces el Prado
El director del Museo del Prado, Alfonso Pérez Sánchez, parece más un preocupado constructor que un historiador de arte. A él le ha tocado el tiempo en que el museo se independizó -con un patronato más poderoso-, la década en que se ha de crear un microclima interior, como en cualquier museo serio, para proteger sus obras.
El museo ha crecido, además, tres o cuatro veces el tamaño que se le suele conocer, pues ahora el Prado son cuatro edificios: el palacio de Villanueva; el que se conoce de toda la vida y ya climatizado en sus tres cuartas partes; el de Villahermosa, cruzando el paseo del Prado, en el que se han de instalar las pinturas del siglo XVIII, en unas obras que aún no han comenzado; el Casón del Buen Retiro, destinado a pintura del siglo XIX, una vez traslada do el Guernica y sus dibujos a otro lugar, presumiblemente el Centro Reina Sofía, y el salón de Reinos del palacio del Buen Retiro, que aún ha de estar ocupado por el Museo del Ejército,hasta que se le encuentre a éste un lugar adecuado.
Pasará tiempo antes de que se pueda devolver a este edificio el esplendor que le imaginaron los Austrias, y antes de que se cuelguen de sus muros las enormes pinturas que no se han podido exhibir por falta de espacio.
Al despacho de Alfonso Pérez Sánchez, al fondo del Prado, se llega estos días atravesando tabiques improvisados y un tráfago de carpinteros. Pérez Sánchez, de 51 años, catedrático de Historia del Arte, es un hombre prudente, parece en esto optimista: "Es un proyecto razonable que a final del siglo el Prado sean los cuatro edificios". Es decir, un museo bien protegido y conservado y, sobre todo, con sus cuantiosas colecciones fuera de los sótanos y a la luz del día.
Ahora bien, el Prado lleva ya años con sus obras de climatización -por no hablar de ejemplos célebres, como la década que du raron las obras de reforma en la Academia de Bellas Artes de San Fernando-, y no es ése un buen antecedente. "Esperemos que el patronato no se deje arrastrar por vicios antiguos", señala Pérez Sánchez.
El director del Museo del Prado admite que no existe comparación posible entre sus recursos y los del Louvre o el British Museum, pero advierte que éstos engloban también colecciones de etnología y escultura, por ejemplo. Otros países, como Italia, donde algunos museos cierran por falta de personal, están aún peor que aquí. En tanto que los museos italianos sólo pueden restaurar una o dos obras al año, el Prado restauró el año pasado casi 200 obras de arte.
Todo menos crear
Hace 10 años había tres especialistas trabajando en el Prado, incluida,la dirección. "En España hemos pasado de una situación grotesca a otra mejor, aunque inferior a la del resto de Europa", afirma Pérez Sánchez. Ahora trabajan en el museo 11 conservadores, lo que tampoco es suficiente. "En el año 2000 estarán cubiertas todas las plazas", dice animosamente Pérez Sánchez. "La autonomía del Prado es un hecho", dice el ministro de Cultura. "Al museo no le van a faltar recursos ni apoyo", promete.
El problema de las fundaciones como animadoras culturales es parecido al de la Administración: pueden hacer casi todo menos participar en la propia creación. La Fundación March, por ejemplo, es una empresa que busca sobre todo agilidad y, en consecuencia, no contrata de forma permanente a más de medio centenar de personas. En el mundo académico y de creación son conocidos sus encargos y becas (se han otorgado ya 5.000 becas), y aunque con frecuencia las ayudas son otorgadas a artistas ya consagrados -a Sánchez Ferlosio, por ejemplo, para escribir El testimonio de Yarfoz-, en los currículos de algunos jóvenes compositores figura a menudo su participación en la Tribuna de jóvenes compositores, a la que acuden los menores de 30 años. En cada convocatoria se seleccionan unas siete u ocho composiciones, que se programan en concierto y se editan en casete y partitura facsímile.
Entre las inversiones a largo plazo de una fundación como la March no es la menor la labor de difusión musical, con la programación de conciertos para chicos que no suelen frecuentarlos. Destaca la formación del archivo para el Centro de Música Conitemporánea, en el que se archivan 5.000 partituras y 20.000 grabaciones, con lo que se salvaguardan unas obras, que en su casi totalidad no se publican; el 70% es inédito, según fuentes de la fundación. Labor parecida cumple la Biblioteca de Teatro Español Contemporáneo.
Babelia
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