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LA CULTURA ESPAÑOLA ENTRE DOS MILENIOS / 3

Amueblar la ciudad

P. S., La mayoría socialista del Ayuntamiento de Madrid llegó en su día a un acuerdo con la oposición para crear lo que se imagina absolutamente necesario: un instituto de prospectiva urbana, en el que se estudiase la ciudad del futuro, al margen de los habituales planes generales. Pues, bien, por alguna razón no explicada el instituto no ha sido aún puesto en marcha.

Así, el futuro de la ciudad se acaba en Madrid en 1992, que es cuando termina el próximo plan general. Como estos planes duran ocho años, el siguiente terminará en el año 2000, es decir que en el cambio de milenio, Madrid, una ciudad que no se caracteriza precisamente por su armonía, "será fruto del plan general de urbanismo de 1993", según Jesús Espelosín, concejal de Urbanismo y segundo teniente de alcalde de la ciudad. ¿Quién piensa en el futuro de Madrid a largo plazo? Espelosín no tiene reparo en decirlo: "Probablemente, nadie".

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Frente a la doble observación de que la ciudad, progresivamente fea, es el escenario de la cultura -él dice que "por ella entra el futuro"-, Espelosín opina que los arquitectos son ahora mejores que en la explosión inmobiliaria de los años sesenta, entre otras cosas porque son más.

La competencia llegará

A juicio del concejal, la penuria cultural sufrida por el país durante medio siglo ha tenido su reflejo en la vivienda, pero los constructores -asegura- se verán obligados a cuidar más el aspecto estético, por la competencia nacional, ya existente, y por la europea, que llegará.

Una ciudad en la que hacen falta 15.000 viviendas apenas si puede permitirse grandes lujos parisinos opina el concejal, como una perspectiva quebrada por una pirámide de cristal, o londinenses, como un centro cultural gigantesco y gris a la orilla de un río tan descontaminado que en él nadan las truchas.

En el Ayuntamiento de Madrid costó encontrar un jefe del departamento que se encarga de elegir el mobiliario de la ciudad -farolas, bancos, quioscos...-, principalmente porque los candidatos desconfiaban de que les fueran a hacer caso. "No somos gente que proyecte hacia el futuro", opina Espelosín.

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