Una vía y un modo

El estreno de la coreografía de Paul Grey estuvo precedida de nervios y del inveterado frío húmedo de la iglesia de Santo Domingo, en Santiago de Compostela. La pieza es buena, aunque demasiado breve. Sabe a poco, pues cuando los bailarines han conseguido remontar el primer impulso se acaba. Está basada en la coordinación, y el salto, por tanto, es difícil de ejecutar. Grey podría armar una obra más ambiciosa a partir de este botón de muestra, acentuando la sensualidad en el baile que sigue una música candente y pegadiza.Con algún que otro cambio, la plantilla de la compañía sigue siendo la misma, y cada vez asume con mejor fortuna sus actuaciones. Es lo que aporta la constancia en el trabajo y tener una actitud realista ante las limitaciones propias, de modo que el producto que ofrecen, a veces modesto, es siempre digno.

Andanzas, de Carl Paris, tiene un bello y cuidado vestuario, que se apoya en una supuesta estilización de los modos tradicionales españoles. El resultado no es exactamente tópico, aunque algo tiene, y es salvado por los bailarines. Paris parte de un falso costumbrismo donde no se ha profundizado en lo español, siendo tocado con una ligereza turística vista, digamos, desde el Bronx. Sobra la cursilería de las boinas de paracaidistas y la caracterización del chico de la mili, como también sobran los ademanes. Liberada de estos facilismos, la coreografía es válida y agradable de ver. El paso a dos de Gloria y Luis, donde la primera se siente en la gloria en los brazos del segundo, es el mejor fragmento, y allí precisamente se prescinde de españoladas.

El programa se completó con dos piezas conocidas: Formas y líneas, de Diola Maristany, además de Ego alter ego, de Carmen Senra, muy remozada con nuevos diseños que define una línea de trabajo que peligra ante la falta de apoyos oficiales. ¿Por qué el Ministerio de Cultura se niega a subvencionar seriamente estos experimentos que han probado calidad y son la única esperanza de estabilización de la danza moderna en este país?