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Los presos políticos desafían la represión en la principal cárcel de Pinochet

Los 128 presos políticos de la peitenciaría de Santiago, que cumplieron ayer su séptimo día de huelga de hambre total e indefinida, protagonizaron el sábado una rebelión contra las autoridades del penal y desafiaron durante media hora la orden de volver a sus calabozos. Con sus puños en alto y cantando el himno de la Unidad Popular, Venceremos, los presos y sus familiares convirtieron el pequeño gimnasio donde les es permitido reunirse dos veces a la semana en un territorio libre dentro de la principal cárcel del régimen de Augusto Pinochet.La huelga de hambre -que es seguida por los 500 presos políticos, 58 de ellos mujeres, recluidos en 43 penales del país- es una protesta contra la pena de muerte pedida por la justicia militar para 14 personas, tres de las cuales ya fueron condenadas en primera instancia. Los huelguistas también piden mejor trato carcelario y reconocimiento del estatuto de preso político.

En la Penitenciaría de Santiago, la represión había comenzado con las visitas, que esperaban desde temprano para ver a sus familiares. Centenares de personas aguardaban en filas separadas de hombres y mujeres, mientras los gendarmes dejaban ingresar a pequeños grupos cada cinco minutos. La espera se prolongó por más de una hora y consumió un tercio del tiempo de visita, que es de las nueve de la mañana al mediodía, dos veces por semana. "Es una forma de represión sutil, porque reduce el escaso tiempo que nos dejan estar con nuestros seres queridos", explicó Jimena Osses, dirigente de la Agrupación de Familiares de Grupos Políticos.

Dentro, los guardias se paseaban con los dedos crispados sobre los gatillos de sus metralletas. Los dirigía un oficial que portaba un sable en su mano izquierda. Después de ser identificados y cacheados, los visitantes eran marcados con un timbre azul en el antebrazo derecho con la inscripción: "Gendarmería de Chile. Penitenciaria de Santiago".

Cuando, al término de la visita, los presos exhaustos y sus visitantes empezaron a entonar, primero en un susurro y luego a todo pulmón, el himno prohibido, las campanillas de alarma sonaron frenéticas en la Penitenciaría y los gendarmes armados corrieron a cubrir las salidas y entradas del pequeño gimnasio.Pero no intervinieron durante la media hora de rebelión. "Las cárceles son también lugares de lucha contra Pinochet", dijo Renato Millas, presidente de los presos políticos de la Penitenciaria, mientras abrazaba a su novia.

El médico Camilo García, que lleva 32 meses detenido, es quien vigila la salud de los 128 presos. "El estado general es todavía bueno, aunque hemos tenido casos de jaqueca, mareos, deshidratación y cólicos", dijo.

A las 12.30 terminó la rebelión. Lentamente, en medio de abrazos y llanto, los presos políticos se dirigieron a sus calabozos, a sabiendas que serían sancionados con suspensión de visitas y el envío a celdas de castigo de sus dirigentes. A la salida de la Penitenciaría, los familiares se reunieron con las visitas que no habían conseguido entrar y realizaron una nueva protesta.

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Aunque la huelga de hambre de los presos políticos es la más numerosa de la historia chilena, la Prensa la ha ignorado casi por completo, pese a que el movimiento se ha extendido fuera de las cárceles. En parroquias de Lo Hermida y La Legua, dos barriadas obreras de Santiago, familiares de los presos comenzaron ayunos de apoyo.

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