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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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La revolucion de Reikiavik: dos caminos a seguir para el presidente

El presidente Reagan ha indicado que el único punto que falta por resolver en lo que se refiere a las negociaciones para el control de armamento es cuándo se va a firmar el acuerdo. Esto obliga a enfrentarse con el hecho de que la mezcla de acuerdos, casi-acuerdos y propuestas contradictorias que han surgido en la precumbre de Reikiavik corren el riesgo de socavar la fuerza de disuasión y la cohesión de la Alianza occidental.Hay tres componentes en lo que podríamos llamar adecuadamente la revolución de Reikiavik:

a) Un acuerdo para reducir las fuerzas estratégicas en un 50% junto con una moratoria de 10 años en el despliegue del plan de Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI). Aunque los soviéticos han pedido más -confinar este plan SDI en el laboratorio durante 10 años-, sospecho que se llegará a un acuerdo sobre este punto.

b) Un acuerdo para retirar de Europa occidental y de la Rusia europea los misiles soviéticos y norteamericanos de más de 1.500 kilómetros de alcance.

c) Una propuesta norteamericana para suprimir durante un período de 10 años todos los misiles balísticos, -contrapesada por una propuesta soviética para suprimir todas las fuerzas estratégicas o, incluso, en su formulación más exaltada, todas las armas nucleares.

Éxito simbólico

Por muy grotesco que pueda parecer al hombre de la calle, un recorte del 50% de las fuerzas estratégicas no reduciría lacreciente vulnerabilidad de los misiles con base en tierra. Acrecentaría la vulnerabilidad de las fuerzas con base marítima. Y no disminuiría la capacidad soviética de exterminar las poblaciones civiles norteamericanas y de los aliados. Las 6.000 cabezas nucleares que quedarían después de la reducción del 50% serían más que suficientes para mantener toda la amenaza existente.Considerada en sí misma, una reducción del 50% puede considerarse como un éxito modesto y simbólico. Hay que subrayar que no justificaría una moratoria prolongada en el despliegue de la SDI; estoy convencido de que tal retraso produciría una atrofia en el programa.

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El punto clave, sin embargo, no son las disputas arcanas entre expertos militares. Es que el montaje de Reikiavik pone en cuestión la totalidad de la estructura de la fuerza de disuasión de la posguerra, porque hace todavía más dudoso el hecho de que Estados Unidos vaya a utilizar armas nucleares para defender a sus aliados. Un recorte del 50% junto con una moratoria en la defensa estratégica acentuaría la tendencia hacia una exterminación masiva que es inherente a la actual estrategia. Esto aumentaría los miedos de los europeos a que Estados Unidos no responda a la agresión sovieltica contra ellos con armas nueleares desde su propio territorio.

Y las propuestas de Reikiavik eliminarían asimismo la posibilidad de una represalia nuclear tanto norteamericana como europea, desde suelo europeo. Se retirarían de Europa los misiles de medio alcance, sin disminuir significativamente la capacidad de la Unión Soviética para atacar Europa, tanto con los cientos de misiles de corto alcance estacionados en Europa del Este como con los misiles intercontinentales con base en la Unión Soviética. Y, de acilerdo con el Departamento de Estado, exigen que Francia, el Reino Unido y China abandonen su.s fuerzas nacionales de misiles.

Se ha argumentado -y yo estoy de acuerdo- que un cambio tecnológico requiere en cualquier caso un desarrollo sustancial de las fuerzas convencionales. Pero un sistema de gobierno prudente tendría cuidado de que no se produjera un vacío mientras se produce la transición a una mayor dependencia de una estrategia convencional; un proceso que no puede llevarse a cabo en menos de 15 años, suponiendo que en realidad se lleve a cabo: los presupuestos para defensa están soinetidos a gran presión en todas las democracias. No puede ser de interés para Occidente que de manera simultánea se debilite la credibilidad de la fuerza de disuasión basada en Estados Unidos y al mismo tiempo se eliminen todos los medios de contraataque nuclear asentados en Europa, mientras no existe una fuerza no nuclear disponible o inmediata que pueda cubrir el hueco.

Inquietud aliada

Por supuesto, el líder soviético, Mijail Gorbachov, y el ministro de Asuntos Exteriores, Edvard Shevardnadze, insisten en que cualquier futura negociación se debe hacer a partir de la base de Reikiavik, lo cual forzaría a Occidente a tener que enfrentarse con la superioridad convencional soviética en su periferia sólo por medio de la amenaza o el uso de las armas nucleares reales que ha rechazado a través de sus propias políticas de control de armamento. Tal estado de cosas es muy tentador para el sentido de la aventura de los soviéticos.El canciller alemán, Helmut Khol; el presidente francés, Frangois Mitterrand, y la primera ministra británica, Margaret Thatcher, han ido más allá de lo que yo hubiera creído posible en la expresión de su inquietud, considerando las presiones a que están sometidos en sus respectivos países. ¿Han sido conscientes los negociadores norteamericanos de que estaban colocando a los aliados en una posición en la que su necesidad de mantener sus misiles nucleares podía entenderse como un obstáculo para el acuerdo? ¿O de que la posición de Estados Unidos en lo que respecta a las armas nucleares estaba tan cerca de la que tiene el Partido Laborista británico que podría privar a los conservadores de un argumento potencial a medida que se acercan las elecciones inglesas? Para estar segutos, Estados Unidos no debería intervenir en la política interna de los aliados. Pero tampoco debería debilitar a los partidarios europeos de la Alianza Atlántica en su lucha desesperada contra una actitud peligrosamente cercana al neutralismo.

Hasta cierto punto, los aliados europeos han fomentado esta arbitraria conducta norteamericana a causa de su tendencia a prescindir de los esfperzos norteamericanos. Pero no puedo pensar que el mejor sistema para conseguir una nueva consideración de la estrategia de la OTAN sea a través de unas negociaciones en la cumbre con la Unión Soviética, acerca de las cuales los aliados no han sido ni avisados ni consultados, aunque el tema afecte directamente al centro de su propio sistema de seguridad.

Mientras la estrategia se estanca, los problemas políticos se descuidan. La preocupación de la diplomacia Este-Oeste sobre el tema de control de armamentos deja en un segundo plano asuntos como Afganistán, Oriente Próximo o Centroamérica. Tal como se están llevando, estas negociaciones políticas se convierten en repeticiones rituales de posiciones estereotipadas. Existe un riesgo considerable de que pasada la próxima década un conflicto u otro salga fuera de control en un contexto estratégico que cada vez es más inmanejable por las negociaciones diplomáticas para control de armamento.

El peor de los mundos

De hecho, Estados Unidos está a punto de caer en el peor de todos los mundos. En temas internos, la reiteración de la fórmula de Reikiavik fortalecerá la postura de aquellos que quieren desacreditar la SDI en la errónea creencia de que haciendo esto acelerarán el control de armas. Esto apoyará, de forma inintencionada, por supuesto, las actitudes neutralistas y de desarme unilateral en todo el mundo.¿Cómo ha llegado Estados Unidos a colocarse en esta situación? Quizá la razón fundamental sea la ausencia de un sistema para establecer objetivos a largo plazo. Las posiciones negociadoras norteamericanas generalmente reflejan un compromiso incómodo entre los idealistas, los escépticos y los técnicos. La lucha interna absorbe más energía y dedicación que la elaboración de una estrategia nacional.

En la era Breznev, Estados Unidos y sus aliados se veían rescatados a menudo de su propia incoherencia por la inflexibilidad de un liderazgo soviético anciano y la suspicacia de Gromiko, que sospechaba una complicada maquinación detrás de cada tenue compromiso burocrático. Pero Gorbachov, quizá aconsejado por Anatoli Dobrinin, es más sutil. En Reikiavik, los soviéticos, de pronto, adoptaron los esquemas norteamericanos, tales como la propuesta de eliminar de Europa todos los misiles de alcance medio, y de esta manera hicieron absolutamente evidentes las contradicciones internas norteamericanas.

Y la inminencia de las negociacionies hace que el proceso burocrático norteamericano genere inconsistencias espontáneas. Por ejemplo, la nueva justificación para la SDI, adelantada por primera vez en Reikiavik, es un buen ejemplo. Lo que primeramente se recomendó como un programa para proteger a las poblaciones civiles de un ataque con,misiles emergió en Reikiavik como una defensa contra un posible.engaño soviético una vez que todos los misiles balísticos se eliminen. Pero, si Estados Unidos puede pasarse sin una defensa estratégica durante los 10 años en que, según el esquema norteamericano, los misiles balísticos están congelados, ¿por qué es necesario organizar una defensa basada en misiles, después de que se han eliminado los misiles balísticos?

El aspecto más extraño de la actual situación es que, en un análisis racional, -y realmente analizando también su lenguaje físico, ambas partes quieren un acuerdo. Pero están tan preocupadas con las maniobras tácticas que se cruzan constantemente como barcos en la noche. La posición norteamericana se ahoga en complejidades técnicas, los soviéticos parecen obsesionados con su recién descubierta habilidad para las relaciones públicas. La moratoria más deseable sería en el aspecto de la diplomacia -pública. Ambas partes deberían negociar discretamente acerca de lo que cada una trata de conseguir, antes de volver al jueguecito de los números.

Esto seguramente requerirá una rebaja en el nivel de los objetivos planteados. Quizá la mejor solución sea intentar un acuerdo coyuntural: una modesta reducción de las fuerzas estratégicas, una limitación sobre las cabezas nucleares que puede transportar cada misil y la extensión del plazo de tiempo para la abrogación del tratado sobre misiles balísticos de seis meses a dos años. Las fuerzas de alcance intermedio deberían reducirse en el mismo porcentaje que las fuerzas estratégicas, pero con vistas a mantener el vínculo psicológico con Europa, no hasta un punto cero. Se deben tomar medidas inmediatas para potenciar más el equilibrio militar convencional en Europa, bien con medidas de control o bien mediante un incremento de armas. Realmente, Reikiavik probaría haber sido una bendición si consigue conmocionar a la Alianza lo suficiente como para que supere las fugas de las últimas décadas y desarrolle una estrategia de control de armamento coherente.

La elección

El papel fundamental lo tiene el presidente. Él tiene una elección importante que hacer: puede intentar abolir las armas nucleares de un solo golpe, o puede convertirse en el presidente que inaugure un nuevo planteamiento del problema para conseguir finalmente que el mundo sea un lugar más seguro. Se está inclinando ahora hacia la primera posibilidad, que es imposible, es desmoralizadora para los aliados y le relegaría a él al papel de árbitro en una disputa técnica.El segundo camino está todavía a su disposición. Sigo pensando que los soviéticos conceden una importancia extraordinaria a cerrar un acuerdo con el presidente más popular y más conservador de su época. Todavía se está a tiempo de interrumpir este ímpetu compulsivo, reajustar las cosas y avanzar en lo que podría ser un servicio perdurable a la causa de la paz.

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