La vuelta a Latinoamérica

EL LARGO viaje de 10 días de duración que actualmente realiza el presidente del Gobierno español, Felipe González, a Ecuador, Perú y Cuba se produce tras un período de cierta inflexión en la política exterior española respecto de los países de Latinoamérica, preocupada como ha estado España en estos últimos años por los problemas que le planteaban su integración en el Mercado Común europeo y en la estructura de la Alianza Atlántica.Tras la normalización de las situaciones europea y atlantista, la España democrática, que tantas expectativas sigue despertando en Latinoamérica, parece que quiere reactivar su atención hacia los países de esta zona, si se ha de creer lo que dicen los portavoces oficiales. España, una vez incorporada a la Comunidad Europea, ha visto potenciado su papel como mediador e intermediario entre Latinoamérica y la CE, cuyas relaciones económicas y comerciales son todavía de poca entidad. En este sentido Felipe González tendrá algo que decir respecto de la parte de la deuda externa latinoamericana que afecta a los países de la Comunidad, incluida España, y, del reciente contencioso en torno a las Malvinas que enfrenta a Argentina y al Reino Unido.

Pero junto a este dato común, que afecta por igual a las relaciones entre España, Ecuador, Perú y Cuba, existen aspectos diferenciadores que dan un interés desigual a la visita del presidente del Gobierno a estos tres países.

El mismo problema de la deuda externa latinoamericana, que asciende globalmente para todos los países del subcontinente a la astronómica cifra de más de 300.000 millones de dólares, afecta a España de diferente manera, según sea el caso de Ecuador, o el de Perú, o Cuba. Mientras la deuda con España del primero de los países citados es prácticamente inexistente, las de Perú y Cuba sobrepasan los 42.000 y 49.000 millones de pesetas, respectivamente. El cobro de la primera se presenta muy problemático, dada la dura situación económica que afecta a Perú, mientras que Cuba paga regularmente tras la renegociación de la modalidad y de los plazos a que se llegó en el Club de París en 1983. Aquí la posición de España, expresada en la reunión del Consejo Europeo de La Haya celebrada el 27 de junio pasado, es de comprensión y apoyo de la CE a los países de aquel subcontinente.

Si los observadores están de acuerdo en calificar de cómoda la estancia del presidente del Gobierno en Ecuador, y de comprometida la de Perú, dada la dificil situación interna de este país tanto en lo político como en lo económico, la visita de cuatro días a Cuba es la más interesante políticamente.

El mantenimiento de las relaciones diplomáticas entre España y Cuba después de que Estados Unidos decretara en 1960 el bloqueo de la isla, la visita recíproca en los años que siguen de numerosos dirigentes políticos -incluida en septiembre de 1978 la del entonces presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez-, y el nivel siempre aceptable de la relaciones comerciales hispano-cubanas, demuestran la existencia de factores de peso en las relaciones de los dos países que van más allá de las diferencias ideológicas.

Con este buen clima de fondo, que ha persistido a través de los años a pesar de las presiones interiores y exteriores y de incidentes como el intento de secuestro en Madrid del alto funcionario cubano Pedro Antonio Sánchez Pérez, es de esperar que se llegue a una solución definitiva del viejo contencioso de las indemnizaciones a los 3.151 españoles que fueron expropiados de sus bienes tras el triunfo de la revilución en 1959. La visita de Felipe González a La Habana también será buena ocasión para intercambiar opiniones sobre temas políticos de gran alcance, como las relaciones Este-Oeste, la crisis centroamericana y las gestiones de paz del Grupo de Contadora. Sin contar con que también esta visita podría ser una oportunidad para que Fidel Castro tuviese el gesto humanitario de acceder a la insistente petición española en favor de la liberación de Eloy Gutiérrez Menoyo, español de origen, encarcelado en la isla desde hace 25 años.