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LAS SUPERPOTENCIAS SE EXPLICAN

Empresarios norteamericanos comienzan a criticar la SDI

La Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) ha comenzado a recibir críticas en Estados Unidos por parte de¡ sector empresarial de la alta tecnología, presuntamente uno de sus principales beneficiarios. Los empresarios norteamericanos acusan ala SDI de drenar ingentes recursos en detrimento de la producción comercial y, por ello, de hacer perder terreno comercial a EE UU en el exterior. El país se está convirtiendo en una sociedad "adicta a los gastos de defensa para generar crecimiento económico", se dijo en unas jornadas sobre la guerra de las galaxias en la universidad californiana de Berkeley.

Empresarios y científicos no lograron ponerse de ;acuerdo en Berkeley sobre la viabilidad de la SDI. Los partidarios del proyecto que dirige el general James A. Abrahamson hicieron muy poco para defender sus posiciones a lo largo de las jornadas, que concluyeron el pasado fin de semana.LoweIl Wood, un astrofísico que intenta poner a punto en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore un láser capaz de derribar misiles, no quiso entrar en detalles técnicos sobre la SDI porque "son esotéricos" y muchos de ellos son también secretos. No obstante, sí dijo: "Por lo que yo sé [los que se oponen a la SDI], nunca han escrito una línea de un programa de ordenador para un sistema de control de combate". Ese aire despectivo fue una constante en las intervenciones de quienes defienden la guerra de las galaxias.

Una nueva línea Maginot

Richard Garwin, un físico que intervino en la construcción de la bomba atómica, estableció el paralelismo entre la línea Maginot, construida por los franceses en los años treinta para defenderse de los alemanes, y la SDI. "La línea Maginot fue un enorme éxito técnico: no fue destruida ni fue atacada; simplemente, la dejaron de lado". Del mismo modo, vino a decir, los soviéticos podrían hacer inútil el paraguas nuclear con el que sueña Reagan mediante el disparo de misiles nucleares desde submarinos o empleando bombarderos de baja cota.

Muchos de los críticos cuestionan incluso que la SIDI pueda llegar a ser un éxito. Dicen éstos que es prácticamente imposible diseñar un sistema informático capaz de controlar algo tan complejo como la SIDI, con su red de satélites, cohetes, rayos láser y demás instrumental. Se estima que un programa informático con tales objetivos oscilaría entre 10 millones y 100 millones de líneas.

"Nunca podremos confiar en la SDI porque inevitablemente contendría errores que no se apreciarían hasta el momento mismo de estallar la guerra nuclear", dijo David Redell, de la empresa Digital.

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Redell defendió su posición con ejemplos y recordó cómo en los años sesenta un proyecto de enviar un satélite a Venus fracasó porque en el programa se cambió un punto por una coma o cómo el año pasado un experimento con el Challenger no se pudo llevar a cabo porque se introdujeron en el programa unas coordenadas en millas náuticas en vez de en pies. El propio accidente del transbordador espacial Challenger el pasado mes de enero ha supuesto un jarro de agua fría para los partidarios de la SDI, y ha puesto en evidencia la existencia de fallos rayanos en la desidia.

Argumentos de este tipo fueron desechados por Wood. "Quien se atreva a decir qué será factible dentro de media docena de años, es un temerario", dijo. "Hacer previsiones en tecnología produce risa", añadió, en una referencia a quienes hacen previsiones que son contrarias a las suyas. El mundo económico manifestó su preocupación por la creciente influencia del pensamiento militar en la industria y la cada vez mayor presencia del Pentágono en la determinación de objetivos.

Ralph Thomson, vicepresidente de la Asociación Norteamericana de Electrónica, que agrupa a compañías con un total 2,4 millones de trabajadores, la cuarta parte de ellos en California, hizo notar que la investigación en la SDI supone el desarrollo "de tecnologías secretas y limitadas" con escasa probabilidad de aplicación a "producción comercial de alto volumen". Robert Noyce, coinventor del circuito integrado y vicepresidente de Intel, uno de los grandes del Sillicon Valley, aseguró que "si se hace una encuesta entre ejecutivos del ramo, se verá que la mayoría de ellos es partidaria de recortar el presupuesto de defensa".

El ejemplo de Japón

El Pentágono bendijo en 1984 al Sillicon Valley con 4.800 millones de dólares, pero es precisamente ese patronazgo el principal inconveniente. Japón, que dedica apenas el 1% de su producto nacional bruto (PNB) a gastos de defensa, invierte sus recursos en el desarrollo de las tecnologías comerciales del mañana, señaló Thonison. En EE UU, el capítulo de defensa supone el 8% del PNB, que atrae "el 30% de los técnicos y el 33% de los nuevos licenciados en ciencias y en ingeniería", según Glenn Pascall, de la Universidad de Washington. "Nos estamos haciendo adictos a los gastos de defensa para generar crecimiento económico", agregó.

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