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La indefensión del autor

Los tiempos algo han cambiado. Cuentan las crónicas que, a principios del siglo XIX, Los misterios de París, (le Eugène Sue, fue traducido al inglés cambiando la acción a Londres para hacerla más digestiva a los lectores de las islas. Antes aún, un editor hispano había considerado oportuno traducir y publicar en España Pamela Andrews -un folletón melodramático inglés en el que se inspiraría Henry Fielding para escribir, en clave parádica, Joseph Andrews- "adaptada a las costumbre españolas". Ahora, los contratos acostumbran a contener cláusulas que prohíben la modificación de la obra sin permiso del autor aunque, como en el caso presente, las editoriales puedan hacer de su capa un sayo.Una vez cometido el entuerto resulta difícil enderezarlo. Para empezar, hay que acudir a los tribunales que, sin duda, darán la razón al escritor, pero el resultado es la eliminación de la edición y, muy posiblemente, su desaparición del mercado para casi siempre jamás. El escritor se ve así indefenso ante la arbitrariedad.

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La edición alemana de un libro de Luis Racionero suprime tres capítulos

En el caso presente no se trata de una censura ideológica. De hecho, la obra de Racionero puede entenderse sin los capítulos suprimidos -uno dedicado al clasicismo europeo, con atención especial a Leonardo, Shakespeare y Mozart; el otro, al concepto de universo derivado de la nueva fisica, y un tercero centrado en la relación entre arte y entropía, pasada por el psicoanálisis-, pero podría haberlo sido y la indefensión sería la misma.

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